Cuando a los niños pequeños
les preguntan qué quieren ser de mayores, el noventa por ciento dice ‘futbolista’. En las chicas, la respuesta estrella es ‘princesa’, o algo así. Al
menos así era en mis tiempos mozos, igual ahora unos y otros optan por
‘tronista’, nunca se sabe.
El caso es que yo nunca he
tenido una vocación clara. Incluso con seis años, era demasiado realista como para
tener en cuenta lo de futbolista/cantante/actor famoso, y lo suficientemente
maleable para adaptarme a lo que se esperaba de mí. Que el niño pinta bien,
pues que sea arquitecto. Que saca buenas notas, pues que se meta a
Medicina. Y yo me lo creía hasta el
punto de responder, cuando me preguntaban, que quería ser arquitecto, médico o
lo que tocara en ese momento.
A lo mejor por eso he
terminado así. De un lado para otro y con un futuro aún demasiado amplio ante
mí. La vocación en mi caso no apareció, tuve que buscarla; pero supongo que ya
es más de lo que la mayoría de la gente puede desear. Ahora sólo me falta centrarme,
terminar y cruzar los dedos. Aunque puede ser que me acabe metiendo a tronista,
nunca se sabe…