Hace poco, una amiga me regaló
por mi cumpleaños un libro de cuentos cortos en catalán: Uf, va dir ell, de Quim Monzó (ya lo comenté en su día, aunque no dije el título). No solo le agradecí muchísimo el regalo, sino que me pareció una idea estupenda
para refrescar mi catalán ahora que vivo en Barcelona. Por cierto, últimamente
solo hablo de libros que me regalan mis amigas, pero es casualidad, no quiero
que pienses que mis amigas me regalan libros continuamente.
El caso es que, aparte de ser una
estupenda toma de contacto con la lengua catalana, el hecho de leer cuentos
cortos es algo bastante nuevo para mí. Pocas veces lo había hecho (solo se me viene a la cabeza el genial Politically correct bedtime stories, que se coló en mi top ten de ese año) y la verdad
es una forma bastante dinámica de leer un libro. Cada pocas páginas hay un
nuevo comienzo y un nudo, y no es necesario esperar capítulos y capítulos para
conocer el desenlace. Además, es sorprendentemente fácil sumergirse en una
nueva historia, con nuevos personajes y, en ocasiones, un estilo totalmente
diferente.
Evidentemente, me estoy basando
en este libro en concreto (al que seguramente dedicaré una entrada dentro de
poco), pero creo que es algo que se puede extrapolar a otros libros de cuentos
cortos. Ahora que he descubierto este nuevo “género”, no descarto leer otros y seguir
disfrutando cada pocas páginas con una nueva historia. Por ejemplo, un cuento corto antes de ir a dormir. Incluso me parece una forma interesante de adentrarse en la creación literaria, ahora que ya tengo "dominados" los microrrelatos (ver aquí y aquí) y esto de escribir entradas cortas.