jueves, 27 de agosto de 2015

Libros del 2015, primera parte



Hace poco comenté que esperaba poder leerme 50 libros en este año 2015. Como ya he superado la mitad hace unos cuantos títulos, creo que procede publicar una lista. He marcado en negrita los diez que más me han gustado, y tengo la intención de hacer lo mismo con la segunda parte. Después, en mi línea, elaboraré un 'top ten de libros del 2015'… ¿Cuáles seguirán y cuáles se habrán caído? Pronto lo descubriremos...

1-A Walk in the Woods, Bill Bryson (enlace)
2-El hombre que quería ser feliz, Laurent Gunelle (enlace)
3-El tiempo entre costuras, María Dueñas (enlace)
4-Loca por las compras tiene una hermana, Sophie Kinsella
5-El arte del asesino, Marie Jungstedt (enlace)
6-La felicidad es un té contigo, Mamen Sánchez (enlace)
7-La joven de las naranjas, Jostein Gaarder (enlace)
8-Che animale sei?, Paola Mastrocola (enlace)
9-Quantic love, Sonia Fernández-Vidal (enlace)
10-Divergente, Veronika Roth (enlace)
11-Mañana mañana, Peter Kerr
12-Bill & Bolita
13-El agua del limonero, Mamen Sánchez (enlace)
14-Manual para depredadores
15-Der Kaiser von China, Tilman Ramstedt
16-Los ojos amarillos de los cocodrilos, Katerine Pancol
17-El bosque animado, W. Fernández
18-El caballero de la armadura oxidada
19-Io non ho paura, Niccolò Ammaniti
20-Insurgent, Veronika Roth
21-Historias del Kronen, José Ángel Mañas (enlace)
22-Partos mentales, o los alemanes se extinguen, Günter Grass
23-Politically correct bedtime stories, James Finn Garner (enlace)
24-Puede que le conozcas, Michelle Redmond
25-No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, Laura Norton (enlace)

sábado, 22 de agosto de 2015

Mi propósito para el 2015



Queridos lectores (suponiendo que el número sea plural), tengo algo que anunciar.

Tal vez recuerdes que para el 2015 mi propósito era leer un libro a la semana. Publico con orgullo que he mantenido el ritmo de una forma envidiable hasta ahora, finales de agosto, y que lo sigo haciendo. Sin embargo, lamento decir que me he visto obligado a renegociar conmigo mismo los términos del acuerdo.

Hay diversos motivos que me empujan a hacerlo. Por un lado, está el hecho de que es DIFÍCIL leer a esa velocidad. El día a día nos mantiene bastante ocupados y no siempre le podemos dedicar a la lectura el tiempo que nos gustaría. Por otro, no siempre tendremos un número ilimitado de títulos a nuestra disposición.

Sin embargo, lo que me ha obligado a tomar esta difícil decisión ha sido algo mucho más sencillo: y es que ya no estaba disfrutando con mis libros. Puedes pensar que se debe a simple hastío, o a una mala elección por mi parte. Nada más lejos. Durante este año, he descubierto grandes obras con las que he disfrutado lo indecible (ver aquí y aquí), que me han enseñado muchísimo (ver aquí), que me han permitido mantener alguna de mis lenguas activa (ver aquí) o gracias a los que me he reencontrado con antiguos conocidos (ver aquí y aquí). También he aprovechado para leer, por fin, libros que llevaban meses en mi lista de asuntos pendientes (ver aquí) o que aparecían en Los 101 libros que debería leer (ver aquí). No obstante, y a pesar de los estupendos libros que han pasado por mis manos, empezaba a ver la lectura como una obligación, y eso es algo por lo que no quiero pasar, y mucho menos de forma autoimpuesta. Además, admito con cierta vergüenza que este propósito es lo que me ha llevado a descartar volúmenes largos y, en parte, lo que me ha impedido avanzar con la saga de Canción de hielo y fuego (Juego de tronos para los menos puristas). En mi defensa diré, eso sí, que algunos de los libros sí que tenían un número considerable de páginas, como Los ojos amarillos de los cocodrilos, La tabla esmeralda o El tiempo entre costuras.

Por ello, voy a reducir un poco mi nivel de exigencia. Un año tiene 52 semanas y media, así que mi nuevo propósito es leerme 50 libros. Sigue siendo un número aceptable y me permitirá llevar un ritmo más acorde a mi realidad (por si habías llegado a pensarlo, yo no me paso las 24 horas del día con un libro entre las manos). Es una pequeña decepción, pero si consigo llegar a la cincuentena me sentiré muy orgulloso conmigo mismo de todos modos.

No sé, tenía la necesidad de compartirlo. Ya me voy.

miércoles, 19 de agosto de 2015

La traducción científico-técnica



Hace poco, publiqué una entrada en la que hablaba (de la existencia) del lenguaje científico-técnico. Lo hice porque mi TFG mencionaba este tema, porque hay un pequeño debate al respecto y porque la traducción de este campo es una de las muchas salidas de la carrera.

El mundo de la traducción es algo inabarcablemente amplio. Nunca podemos saber si nos va a tocar traducir un folleto turístico, una demanda de divorcio o un artículo científico, pero tenemos que (intentar) estar preparados para cualquiera de ellos. Por suerte, a medida que pasa el tiempo, es habitual que nos vayamos especializando. O, más bien, y como dijo alguien más sabio que yo, que el mercado nos vaya especializando. Entonces empezamos a adquirir más experiencia y una mayor destreza en ese campo concreto.
 
Esta especialización es lo que hace que haya traductores profesionales que se autodenominen, por ejemplo ‘traductores científicos’ o, si su ámbito es un poco más concreto, ‘traductores biosanitarios’, ‘traductores médicos’, ‘traductores farmacéuticos' y un largo etcétera. Y ahora es cuando nos podemos plantear la eterna pregunta, que trae de cabeza a propios y extraños: ¿quién debe traducir un texto especializado? ¿Debe ser un experto en la materia con conocimientos de ambos idiomas? ¿O un traductor titulado que sepa cómo documentarse y cómo redactar el texto en cuestión?

Parece que la respuesta obvia sería ‘una persona especializada en ambos campos’. Sin embargo, no siempre tendremos a nuestra disposición a alguien que se haya formado tanto en traducción como en la materia dada. Además, el hecho de haber recibido una formación en los dos campos no garantiza siempre un resultado excelente, ya que hay miles de factores que pueden influir en la calidad de una traducción: el plazo que nos den, la combinación lingüística (siempre nos sentiremos mejor con una de nuestras lenguas que con el resto), nuestro estado de ánimo al afrontar el encargo…

En realidad, y como sucede con todo en esta vida, no se puede dar una respuesta definitiva. Sin embargo, sí que me gustaría exponer mi punto de vista, y es que, en mi opinión, cualquier opción puede llegar a ser válida: el encargado de hacer el trabajo puede ser tanto un traductor como una persona especializada en el tema en cuestión siempre y cuando se garantice un resultado óptimo.