domingo, 30 de noviembre de 2014

'Cuán', ese gran olvidado...

Las lenguas evolucionan. Es algo innegable y es lo que hace que términos como 'yacer' o 'alba' ya no se usen, a pesar de que tienen un significado definido y de que su uso resultaría de lo más práctico. La palabra que nos ocupa hoy estaría dentro de esta categoría, y mi propósito para hoy precisamente es relanzarla en nuestro vocabulario cotidiano.

Muchas veces oímos preguntas en inglés 'how big...?', 'how important...?' y nos maravillamos ante la sencillez de dicha estructura, sobre todo cuando la intentamos traducir y nos damos cuenta de los pocos recursos que tiene el español en estos casos. Nuestras opciones serían '¿cómo de grande...?' o '¿cómo de importante...?', mientras que los latinos recurren a '¿qué tan grande/importante...?'. También podemos ir un paso más allá y optar por '¿hasta qué punto es importante...?' o la sencilla '¿qué tamaño tiene...?' (que no siempre encajará bien, dependerá de si al adjetivo se le puede asignar un nombre).

Demasiados dolores de cabeza innecesarios, cuando lo que podríamos hacer es rescatar la “anticuada” 'cuán'. ¿Cuán importante es hacerlo? Bastante.

Piénsalo. El significado es perfectamente comprensible y las estructuras resultantes serían mucho más sencillas que las que usamos realmente. Además, a los traductores nos facilitaría mucho el trabajo y, especialmente a la hora de interpretar, nos ahorraría unos preciosos segundos.


Además, siempre es una pena que una palabra desaparezca y que un idioma pierda parte de su riqueza. Así que ya sabes. No pierdas ninguna oportunidad para usar tan excelente término y únete a mi causa. ¡Rescatemos el 'cuán'!

sábado, 22 de noviembre de 2014

Cocretas

Sí, lo sé. Te están sangrando los ojos, y me disculpo por ello; pero es que hoy ha surgido el tema y no podía dejarlo pasar.

Presentemos el debate con una conversación imaginaria Algo así:

-He hecho cocretas.
-Querrás decir 'croquetas'.
-No, no, 'cocretas'. Se puede decir, porque ahora aparece en el diccionario.
(FIN).

Argumento recurrente. Es correcto usar la palabra 'cocreta' porque aparece en el diccionario (como genérico de DRAE en el 90 % de los casos). No se puede rebatir. ¿O sí?

Pues sí, queridos. El hecho de que figure no quiere decir que se pueda utilizar. De hecho, el DRAE establece claramente que es un vulgarismo y que se debe emplear la forma 'croqueta'. La incluyeron porque es una palabra de uso frecuente y porque alguien puede toparse con ella y no entenderla. En estos casos, pensad que sois no hispanohablantes y que no sabéis qué significa la palabra 'cocreta'. En algún sitio la tendréis que buscar, ¿no?


Lo mismo podría aplicarse a otras formas como 'almóndiga'. No defiendo su uso, ni mucho menos (yo soy el primero que se da golpes contra la pared cuando oigo cualquiera de las dos), pero sí que figure en el diccionario. Por el bien de los extranjeros que están estudiando español y de los afortunados que nunca se habían topado con ninguna de las dos. Y, por qué no, de los académicos. Así se mantienen activos y dan notoriedad a la RAE.

Por si acaso, aquí te dejo el enlace.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Interpretación bilateral

El fin se acerca, y una prueba de ello es que cada vez nos preparan con más ahínco para lo que nos espera ahí fuera. Ya no basta con sentarnos cómodamente en las cabinas de la facultad, ahora tenemos que aprender en qué otros contextos se pueden requerir nuestros servicios y, por supuesto, cómo podemos estar preparados para ello.

Por ese motivo, la semana pasada tuvimos un seminario sobre interpretación bilateral. Antes de que te dé tiempo a preguntarte qué es eso, te diré que se trata de una modalidad que se da entre dos o más personas que hablan distintos idiomas (y no tienen ninguno en común) y necesitan de un mediador lingüístico y, a menudo, cultural.  Estamos hablando de negociaciones, consultas médicas, tribunales... También suele tratarse de una situación asimétrica: uno de los dos tendrá más poder que el otro.

El intérprete tiene que trabajar en las dos direcciones (también en inversa, ojo) y participará más activamente. Siempre tendrá que presentarse y explicar cuál es su función y cómo la llevará a cabo. Puede advertir de que hablará en primera persona y, llegado el caso, pedir la colaboración de los usuarios o incluso marcar el ritmo de ciertas intervenciones. Por ejemplo, podemos "interrumpirles" para hacer varias consecutivas cortas en lugar de una larga, o preguntarles dudas... siempre que el cliente se muestre receptivo, claro está.

Hay otros aspectos que no podemos olvidar. Por ejemplo, que la documentación resulta igual de fundamental que en todas las demás modalidades y que aquí el bagaje cultural que tengamos nos puede sacar de algunas situaciones difíciles, pues habrá mucha espontaneidad y mucha improvisación. O que tenemos que situarnos en medio de las dos partes, con la misma neutralidad, imparcialidad y fidelidad al discurso que siempre.

A pesar de todos los problemas que pueden surgir y de las innumerables dudas que se nos pueden plantear, mi dilema al respecto fue un poco menos práctico. Me veía en la situación de que dos usuarios con lenguas totalmente incompatibles (pongamos, por ejemplo, albanés y estonio) necesitaran los servicios de un intérprete. Difícilmente conseguirían uno con esa combinación lingüística. ¿La solución? Contratar a dos que tengan una lengua común. De hecho, es relativamente habitual que haya dos intérpretes trabajando conjuntamente, pero en general el motivo es que el cliente quiere que uno supervise al otro.

Yo me quedo con mi pregunta. Primero, porque es una prueba más de que los intérpretes aún hacemos (hacen) falta y, segundo, porque no tengo planes de aprender albanés y estonio en un futuro próximo y está bien saber que existiría una solución. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

¿Se puede ser bilingüe? Segunda parte

Hace unos cuantos meses escribí el resultado de un debate muy interesante que tuve con unos amigos del Erasmus. Yo defendía que el blingüismo no existía y me proporcionaron un argumento tan sólido que cambié de opinión en el momento. Procedo a explicarlo.

Las razones por las que, para mí, el bilingüismo absoluto es una mera utopía son muy básicos: para empezar, considero que una persona nunca puede dominar al 100 % un idioma “nuevo”, que ha aprendido cuando ya tenía asentada una lengua materna. La riqueza léxica de cualquier lengua y la influencia que ejerce la materna son obstáculos insalvables. Incluso en los casos de esos malditos suertudos, los que tienen dos lenguas maternas, siempre habrá una que predomine sobre la otra (esto lo digo desde mi punto de vista, externo, ya que no es mi caso).

No obstante, yo mismo estoy cavando mi propia tumba cuando digo que la riqueza léxica es un obstáculo para los que aspiramos a ser bilingües artificiales. Entonces, tampoco dominaremos nunca del todo ni siquiera nuestra lengua materna. Éste es el argumento en el que se apoyaba mi amiga cuando me decía que, si no creía en el bilingüismo, tampoco podía creer en el monolingüismo.

Y es que, señoras y señores, yo no era consciente de la existencia de otro término: el equilingüismo. Una vez introducimos esta palabreja en nuestro vocabulario, nos damos cuenta de que, efectivamente, una persona puede ser perfectamente bilingüe. O trilingüe. O políglota. Ahora la cuestión es... ¿se puede ser equilingüe?


Continuará...