24 de abril. Con permiso de los
cumpleañeros y personas que celebren festividades y aniversarios varios (cómo
mola la aliteración, por cierto. Y felicidades a los susodichos, ya que estamos), creo que lo más destacable de esta fecha es
que es el ‘día después del Día del Libro’ (aunque aquí la repetición de 'día' no mola tanto... ¡Ojalá tuviéramos en español una palabra como el lendemain francés!)
No, no es la primera entrada que
dedico a tan insigne ocasión. Sin embargo, esta vez he dejado que pasen 24
horas (nueva repetición, esta vez de un número… ¡Estoy que me salgo!) para
poder reflexionar y aportar en esta entrada algo más que una simple
felicitación.
Resulta que en los tiempos que
corren, con acceso ilimitado a internet y un ritmo de vida frenético, ya no
leemos. También ocurre que los jóvenes han perdido todo el interés en la
literatura, el arte y la cultura, y sólo muestran una moderada pasión por las
redes sociales y ese apéndice de su cuerpo en que se ha convertido el móvil de
turno. Por último, se dice que la irrupción del ebook pone en peligro la pervivencia del formato tradicional y que
los libros pronto pasarán a ser parte del pasado.
Pues bien, la impresión que tuve
ayer, tras una hora larga paseando entre los puestos de las librerías, no se
corresponde precisamente con ninguna de esas tres afirmaciones. Para empezar,
la plaza estaba a rebosar de ávidos lectores, ansiosos por adquirir algún
ejemplar a un precio un 10 % más económico. Y no había únicamente personas
mayores, tal vez poco familiarizadas con la tecnología y, por tanto, el libro
electrónico, sino que también muchos niños y adolescentes ojeaban las páginas,
leían los títulos o acariciaban los lomos de los libros elegidos.
No sé hasta qué punto la muestra
de ayer es representativa de toda la sociedad, pero puedo decir que el agobio,
los empujones, los pisotones y los codazos no fueron ayer motivo de enfado,
sino de alegría. Eso, unido a los cuatro libros que me llevé para casa,
volvieron a pintar en mi cara esa sonrisa de la que ya hablé hace dos años (es
la misma entrada, pero no he podido evitar volver a pegar el enlace).
Tengo que reconocer que
me resultó un poco complicado hacer una selección de títulos. Fui con la idea fija de
evitar best sellers (no porque esté
en contra, simplemente porque muchas veces me siento culpable si compro un libro
en un puesto y luego lo veo en otro) y libros que, con mayor o menos
probabilidad, no voy a leer. Además, resulta difícil elegir sin leer la
sinopsis, algo a lo que me opongo categóricamente. De momento, por suerte, sigo
satisfecho con mis compras y estoy casi seguro de que me los leeré todos en un
futuro próximo y disfrutaré con ellos. Ya te contaré.