lunes, 30 de junio de 2014

Audiolibros

En Alemania (al menos en Heidelberg) los mercadillos, o Flohmärkte, son muy frecuentes... y bastante populares. En ellos puedes encontrar absolutamente cualquier cosa, desde electrodomésticos hasta ropa usada. Son especialmente útiles para los estudiantes que vamos a estar en esta ciudad durante un tiempo limitado, pues podemos conseguir artículos aceptables a mejor precio, pero lo mejor es dar una vuelta y dejarse sorprender por lo que se puede encontrar en los improvisados puestos.

Yo le prestaba especial atención a los libros. La posibilidad de conseguir uno en alemán y más barato que en cualquier otro sitio ha sido la mayoría de las veces el principal motivo por el que he ido a estos mercadillos, y lo cierto es que en general he tenido suerte. No sólo he encontrado un par de ejemplares de Harry Potter por un precio irrisorio, sino que también he comprado alguna novela infantil (más fácil de entender que la literatura para adultos), la versión original de La ola (Die Welle) y, principal novedad, un audiolibro. En este caso, Der Alchimist (exacto, el celebérrimo Alquimista de Paolo Coelho).

Cuando fui a pagarle el CD a la mujer del puesto en cuestión, ésta me advirtió de que no era una banda sonora, sino un Hörbuch. Yo contesté que ya lo sabía y le di la moneda con una sonrisa y la firme intención de escucharlo con regularidad, para que mi oído se familiarizara con el alemán y lo interiorizara sin que yo tuviera que hacer un esfuerzo excesivo.

Si bien no lo he hecho con tanta frecuencia como me habría gustado (el disco sigue en mi ordenador casi desde entonces, pero me cuesta darle al botón de reproducir), lo cierto es que me parece una buena idea para aprender un idioma. Las repetidas escuchas permiten interiorizarlo, retener nuevas palabras y, por qué no, conocer una nuva historia. No es mi caso (ya leí El alquimista hace algunos años), pero escribo aquí al respecto para obligarme a mí mismo, al menos, a ponerlo de fondo más a menudo. ¿Lo conseguiré? Permanezcan a la espera.

lunes, 23 de junio de 2014

Hay que saber de todo

Una profesora de mi universidad afirma que 'un traductor/intérprete es un sabio temporal'. No le falta razón pues, aunque es imposible saberlo todo, lo cierto es que hay que volcarse tanto en las traducciones o interpretaciones que nos toquen que llega un punto en el que somos auténticos expertos. Yo, en sólo un par de años de carrera, he sido prácticamente un erudito en temas tan dispares como piedras, especies invasoras, instituciones de la Unión Europea o distintos parajes del mundo, en función de lo que me tocara traducir o interpretar.

En ocasiones, esta sabiduría temporal no está a nuestro alcance. Puede ser, por ejemplo, que nos enfrentemos a interpretaciones especialmente difíciles sin una preparación previa: a veces, incluso los profesores comentan que es normal no decirlo todo y que no nos preocupemos, porque en la vida real nos habremos documentado a conciencia y no nos supondrá un problema hacer un buen trabajo.

Sin embargo, unas nociones básicas de diversas ramas del saber nunca vienen mal. Supongo que es por eso que en la Universidad de Salamanca los alumnos de traducción tenemos asignaturas como 'Introducción a la economía y el derecho', en la que se nos intenta sacar del pozo de incultura en el que estamos sumergidos y dar una serie de conceptos importantes relacionados con esos campos tan oscuros y desconocidos.


Escribo al respecto porque hace apenas unos días hicimos el examen final (a distancia, por Internet... Toda una odisea) y ahora ya tenemos hasta la nota. Una cifra que refleja que ya no somos completamente ajenos a la economía y el derecho y que, oficialmente, estamos preparados para enfrentarnos a la traducción jurídico-económica.

jueves, 19 de junio de 2014

Guasapeando. Primera parte

Hace unos meses, asistí a una conferencia organizada en mi facultad. En ella, un miembro de la Fundéu (esa institución que cuida el estado de la lengua española y proporciona sabios consejos a los que a veces nos encontramos lingüísticamente perdidos) hablaba de cómo las nuevas tecnologías habían afectado a la evolución del idioma y qué decisiones se podían tomar en ciertos casos.

En concreto, recuerdo el ejemplo de una nueva palabra: guasapear. El verbo, derivado de Whatsapp, la aplicación por excelencia, ha puesto a todos, lingüistas o no, en un compromiso. ¿Qué hacer ante un término tan raro y exótico, con combinaciones imposibles de consonantes y hasta una doble p al final? 

Nuestro idioma, muy rico él, pone al alcance de nuestra mano la opción de 'guasapear', casi una transcripción literal de la voz inglesa, pero una tortura para los ojos. Sin embargo, mantener la grafía original es totalmente incompatible con un español casto y lógico. Nadie que no hubiera estado expuesto a la lengua de Shakespeare concebiría la idea de que 'whatsappear' apareciera en el diccionario.

El uso a veces crea la norma, y últimamente dependemos tanto de nuestros teléfonos móviles que las nuevas aplicaciones, que forman parte inevitable de nuestro día a día, se han acabado colando en nuestra lengua. Es normal, por tanto, que se intente buscar una solución a los problemas que nos plantea su escritura, por muy difícil que pueda parecer en algunos casos...


Y todo porque 'usar Whatsapp', 'mandar un mensaje por Whatsapp' o 'escribir al Whatsapp' son expresiones demasiado largas... Claro que, por esa regla de tres, también podríamos plantear una grafía alternativa como 'guásap', por mucha marca registrada que sea. En fin, parece que el problema va para largo y, por si fuera poco, cada vez hay más términos de este tipo que nos ponen en apuros a los que queremos escribir sin cometer errores innecesarios. De hecho, volveré sobre este tema muuuuy pronto.  

miércoles, 4 de junio de 2014

Como bellacos

-¿La traducción hace que se pierda la esencia del original?
-Siempre, y quien diga lo contrario miente. Y quien diga que mejora miente más. Siempre se pierde algo cuando hay una traducción.”

Palabras de Cristina Macía, traductora de Juego de Tronos, en una entrevista para la Tribuna Universitaria, con motivo de su visita a la Facultad de Traducción y Documentación.


Qué grande es esta mujer. Ya me caía bien antes de leer la entrevista porque, en mi humilde opinión, la traducción del libro es francamente buena; sin embargo, con estas declaraciones ha ganado puntos. Declaraciones que tuvieron lugar hace más de un año... Perdón por el retraso.

El caso es que parece una persona divertida, un poco chiflada y razonablemente profesional. Y dice verdades como templos. Es cierto que los traductores se pasan (nos pasamos) un montón de años estudiando para afrontar todo tipo de retos, y deberíamos estar a la altura... Pero también es verdad que el original es, por definición, insuperable.

No niego que, en ocasiones puntuales, pueda gustar más una traducción que un original. Hay miles de factores implicados en la producción de un texto y alguno de ellos puede hacer que la balanza se decante por el lado de la traducción. Lo que tampoco podemos negar es que la traducción muy difícilmente mantendrá la esencia del original en su totalidad, y esa esencia a veces constituye un porcentaje importante de la calidad. Siempre teniendo en cuenta que el original será un texto bien escrito, claro. Sin faltas, ni incoherencias, ni barbaridades.

Por tanto, hoy podemos extraer una bonita conclusión: quien diga que una traducción puede ser perfecta o mejor que el original miente. Como un bellaco. Y no lo digo yo, lo dice toda una traductora profesional como es Cristina Macía.

Para concluir esta entrada, te dejo otra pregunta de la misma entrevista. Otra verdad como un templo.


-Para los estudiantes que están haciendo ahora Traducción, ¿qué consejo les daría?

-Que se diviertan con lo que hacen, pero que no pretendan hacerse millonarios. Que la traducción es un trabajo solitario pero muy divertido y que no vayan de sufridos porque exige más picar carbón que ser traductor.”