Eurovisión
mola. Con sus luces de colores y las banderitas ondeando frente al escenario.
Con todos esos cantantes intentando enamorar a Europa (algunos sin demasiada
fortuna, todo hay que decirlo), muchas veces en idiomas exóticos y
desconocidos. Con la emoción de las semifinales y de las votaciones, en las que
no sólo apoyas a tu país, sino también al que ha llevado tu canción favorita
(de forma que las posibilidades de alegrarte aumentan). Con esos portavoces
saludando y recordando lo mucho que nos queremos todos…
Y
también es el paraíso para cualquier traductor. Cuando se juntan personas de
más de cuarenta nacionalidades diferentes, de alguna forma tienen que
entenderse. Me imagino que, quien más quien menos, todos se manejan lo
suficiente en inglés. Pero, aun así, seguro que hay hordas de traductores
moviéndose por los pasillos y asegurándose de que cada cantante, bailarín o
coreógrafo entiende lo que tiene que entender. Al fin y al cabo, y aunque no te
lo creas, Eurovisión es uno de los eventos televisivos más importantes. Más de
cien millones de personas, procedentes de cincuenta países, lo ven cada año.
Todo tiene que salir bien.
Y
prepárate, porque es esta semana.
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