Aquí te dejo el microrrelato, por si quieres echarle un vistazo.
Cuando
leyó lo que tendría que hacer, su corazón dio un vuelco. No sólo tendría que
ser testigo invisible de un asesinato injustificado, sino también verdugo
indirecto. No podía negarse. En cierto modo, lo peor de todo era la impotencia,
pensaba mientras las lágrimas inundaban sus ojos, el hecho de que no podía
hacer absolutamente nada. Contó hasta diez para serenarse, mientras pensaba en
las mil formas en que el autor del homicidio podía haberlo evitado si hubiera
querido… Finalmente, consiguió recuperar la calma y terminar el trabajo sucio
para todos aquellos que no tenían forma de acceder a la información relativa a
esa muerte. Aunque pensar en ellos hizo que se animara un poco, la tristeza
perduró unos minutos más. ¿Quién dijo que fuera fácil ser traductor?
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