Hace unos días entregué mi
trabajo de fin de grado, popularmente conocido como TFG, tefegé para los
amigos. Fue un momento liberador, que algunos de mis compis han comparado con un parto. En fin. Como el tema del mío (del
TFG, no del parto) puede resultar francamente aburrido para una vasta mayoría
de la humanidad, me limitaré a contar que estaba relacionado con el
lenguaje científico-técnico y, más concretamente, con el farmacéutico.
Son muchos los autores
especializados que afirman que el lenguaje científico como tal no existe.
Efectivamente, no hay una lista de palabras definitiva que abarque todos los
términos científicos. Esto es imposible, porque algunos de ellos pertenecen
también al lenguaje general y, sobre todo, porque cada día aparecen neologismos
que hacen que la elaboración de esta lista sea una tarea imposible. Además, un
lenguaje tendría sus propias normas gramaticales y su propia fonética, algo que
no ocurre con el “lenguaje científico”.
Sin embargo, tampoco podemos
negar que hay textos eminentemente científicos, en los que encontramos
características propias, estructuras particulares, términos específicos…
Podríamos defender que estas estructuras y términos sí constituyen una especie
de sublenguaje, razonablemente distinto del general. Por otro lado, tampoco
podemos realizar una lista definitiva de términos de ningún idioma
(básicamente, porque es imposible) y eso NO nos lleva a afirmar que ‘el español
no existe’.
Además de todo esto,
que me sirve para argumentar que sí existe el lenguaje
científico, voy a aportar un dato con el que me encontré hace unos meses y que
me llamó poderosamente la atención: los expertos calculan que en los tres
primeros años de la carrera de medicina, los estudiantes aprenden hasta 15.000
términos nuevos… ¡Más de los que conforman cualquier curso básico de un idioma!
Así pues, y sin ánimo de ponerme
a la altura de los eruditos que afirman que no existe un lenguaje científico, y
mucho menos de contradecirlos, sí que me atrevo a decir que, en mi opinión, en
muchas ocasiones sí que podremos hablar de lenguaje científico. Y, de hecho,
como traductores tenemos que estar preparados para enfrentarnos a él cuando
llegue el caso.