martes, 30 de junio de 2015

El lenguaje científico-técnico



Hace unos días entregué mi trabajo de fin de grado, popularmente conocido como TFG, tefegé para los amigos. Fue un momento liberador, que algunos de mis compis han comparado con un parto. En fin. Como el tema del mío (del TFG, no del parto) puede resultar francamente aburrido para una vasta mayoría de la humanidad, me limitaré a contar que estaba relacionado con el lenguaje científico-técnico y, más concretamente, con el farmacéutico.

Son muchos los autores especializados que afirman que el lenguaje científico como tal no existe. Efectivamente, no hay una lista de palabras definitiva que abarque todos los términos científicos. Esto es imposible, porque algunos de ellos pertenecen también al lenguaje general y, sobre todo, porque cada día aparecen neologismos que hacen que la elaboración de esta lista sea una tarea imposible. Además, un lenguaje tendría sus propias normas gramaticales y su propia fonética, algo que no ocurre con el “lenguaje científico”.

Sin embargo, tampoco podemos negar que hay textos eminentemente científicos, en los que encontramos características propias, estructuras particulares, términos específicos… Podríamos defender que estas estructuras y términos sí constituyen una especie de sublenguaje, razonablemente distinto del general. Por otro lado, tampoco podemos realizar una lista definitiva de términos de ningún idioma (básicamente, porque es imposible) y eso NO nos lleva a afirmar que ‘el español no existe’.

Además de todo esto, que me sirve para argumentar que sí existe el lenguaje científico, voy a aportar un dato con el que me encontré hace unos meses y que me llamó poderosamente la atención: los expertos calculan que en los tres primeros años de la carrera de medicina, los estudiantes aprenden hasta 15.000 términos nuevos… ¡Más de los que conforman cualquier curso básico de un idioma!

Así pues, y sin ánimo de ponerme a la altura de los eruditos que afirman que no existe un lenguaje científico, y mucho menos de contradecirlos, sí que me atrevo a decir que, en mi opinión, en muchas ocasiones sí que podremos hablar de lenguaje científico. Y, de hecho, como traductores tenemos que estar preparados para enfrentarnos a él cuando llegue el caso.

miércoles, 24 de junio de 2015

Parte oral de la prueba de acceso al grado en Traducción e Interpretación de la Universidad de Salamanca



Hace un par de años publiqué dos entradas en las que hablaba de la prueba de acceso al grado de traducción einterpretación en la Universidad de Salamanca. Fue un momento importante, que ahora todos recordamos con una mezcla de cariño y nervios…. Después de todo, es mucho lo que está en juego y no es tan sencillo conseguir una plaza.

En su día ya insistí en lo importante que era tener un “dominio absoluto” del español (las comillas están ahí porque lo de ‘dominio absoluto’ no deja de ser utópico) y, ya de paso, un muy buen nivel de una de las tres lenguas que oferta la facultad. Sin embargo, pasé totalmente por alto la prueba oral, en la que sí se nos examina únicamente de la que será nuestra primera lengua extranjera.
Creo que debo disculparme por ello. Al fin y al cabo, es una parte más del proceso y hay que superarla para entrar en la carrera. Supongo que en su momento no le di importancia porque yo no soy la típica persona que se pone nerviosa en los exámenes orales (eso no quiere decir que mi inglés sea perfecto, ojo) y porque en aquel momento tenía otras cosas en la cabeza… Si, has leído bien, puede que se dé el caso en el que la prueba de acceso no sea lo más importante. Además, tengo que decir que me parece relativamente fácil superarla en comparación con la parte escrita.

En la prueba (al menos en la que yo hice) hay dos profesores que evalúan la capacidad de expresión oral. Comienzan con una serie de preguntas básicas: cómo te llamas, de dónde eres, por qué quieres estudiar traducción... Después te enseñan una imagen, te piden que la describas y te hacen alguna pregunta más al respecto. Sin embargo, mi principal consejo es algo tan sencillo como que no te pongas nervioso (nerviosa, teniendo en cuenta los porcentajes). Primero, porque es la parte “fácil” y, segundo, porque no es algo para lo que te puedas preparar. No se puede estudiar para un examen de expresión oral de un idioma. Punto. La prestación va a ser el resultado de largas horas de estudio y de práctica, y estoy seguro de que en tu caso son muchas y de que tu nivel estará a la altura. Así pues, te voy dando la bienvenida a esta facultad en la que tantas horas he pasado y que prácticamente ha sido mi segunda casa estos últimos años… Y que seguro que será también la tuya.

martes, 16 de junio de 2015

Politically Correct Bedtime Stories, by James Finn Garner



Hay cuentos que han formado parte de nuestras vidas desde nuestra más tierna infancia. Nos los leían cuando éramos pequeños, cuando tal vez no teníamos la capacidad crítica para plantearnos que algunos de los episodios eran discutibles desde el punto de vista ético y del respeto mutuo. En esa línea, hoy en día puede no ser aceptable que Caperucita le lleve una tarta a su abuela enferma (y menos que su madre se lo ordene, tal vez por ser mujer), o  que la madrastra de Blancanieves valore el aspecto físico por encima de todo.

Para evitar que estos cuentos populares fomenten posturas propias del heteropatriarcado falocéntrico, James Finn Garner ha redactado nuevas versiones. En ellas, opta por lo políticamente correcto en todo momento y evita comentarios sexistas, racistas o que discriminen por razón de edad, especie, tamaño, capacidad o estatus económico o social entre otros.

El resultado es una recopilación de historias narradas desde un punto de vista distinto al habitual, con aportaciones deliciosamente sarcásticas y con finales alternativos que, a pesar de su corrección (o tal vez debido a ella), en ocasiones resultan hilarantes. Es, por tanto, una lectura muy recomendable para despertar al niño que sigue en nuestro interior, para pasar un buen rato y, por qué no, para darse cuenta de que no siempre es absolutamente necesario ser políticamente correcto.