La vida laboral y todo tipo de circunstancias están haciendo que mi verano sea, como poco, atípico. A falta de viajes exóticos y de grandes planes, me contentaré con desenterrar un resumen que hice del último mes de julio, cuando aún era un joven despreocupado e inocente que se dedicaba a viajar por el mundo... Lástima que no lo terminara, agosto tampoco estuvo mal.
En lo que termino de pulir mi próximo top 20, no podía evitar hacer un pequeño homenaje a este verano,
que aunque ha sido un poco extraño ha estado bastante bien (guiño).
¿Cómo empezar? Los últimos días en la ciudad condal se vieron
interrumpidos por un viaje relámpago a Salamanca, un par de días de piragüismo
en el Ebro y el jaleo que supone empaquetar un año entero de recuerdos. Una
despedida sin duda un poco desconcertante.
El caso es que cuando me echaron (jo, qué mal suena) tenía
un mes de julio por delante cargado de visitas. Así fue como me subí a un bus
que me llevó a Barajas y a un avión que me llevó a Menorca, con parada en
Barcelona incluida. Fue raro volver y no poder ver más que el aeropuerto (y ni
siquiera eso) pero cuando conseguí llegar a mi destino todo vino rodado.
A partir de ahí, tocó navegar hasta Mallorca (accidentes
inesperados, autopistas eternas, Singstars
a veces un poco frustrantes…), a Santander (con pérdida de infancia incluida) y
a Valladolid. Mi disfraz de dios romano no triunfó tanto como otras veces (ejem
ejem), pero fui el más friki (¡conseguido!) y la idea de la cámara subacuática
no tuvo precio.
Continuará…
Sí, hay cosas que debería explicar y admito que no es mi mejor entrada... Pero me ha traído buenos recuerdos y me hacía ilusión compartirlos. ¡Hasta la próxima!