martes, 24 de julio de 2012

De verano a verano... y tiro porque me toca

La vida laboral y todo tipo de circunstancias están haciendo que mi verano sea, como poco, atípico. A falta de viajes exóticos y de grandes planes, me contentaré con desenterrar un resumen que hice del último mes de julio, cuando aún era un joven despreocupado e inocente que se dedicaba a viajar por el mundo... Lástima que no lo terminara, agosto tampoco estuvo mal.



En lo que termino de pulir mi próximo top 20, no podía evitar hacer un pequeño homenaje a este verano, que aunque ha sido un poco extraño ha estado bastante bien (guiño).
¿Cómo empezar? Los últimos días en la ciudad condal se vieron interrumpidos por un viaje relámpago a Salamanca, un par de días de piragüismo en el Ebro y el jaleo que supone empaquetar un año entero de recuerdos. Una despedida sin duda un poco desconcertante.
El caso es que cuando me echaron (jo, qué mal suena) tenía un mes de julio por delante cargado de visitas. Así fue como me subí a un bus que me llevó a Barajas y a un avión que me llevó a Menorca, con parada en Barcelona incluida. Fue raro volver y no poder ver más que el aeropuerto (y ni siquiera eso) pero cuando conseguí llegar a mi destino todo vino rodado.
A partir de ahí, tocó navegar hasta Mallorca (accidentes inesperados, autopistas eternas, Singstars a veces un poco frustrantes…), a Santander (con pérdida de infancia incluida) y a Valladolid. Mi disfraz de dios romano no triunfó tanto como otras veces (ejem ejem), pero fui el más friki (¡conseguido!) y la idea de la cámara subacuática no tuvo precio.
Continuará…


Sí, hay cosas que debería explicar y admito que no es mi mejor entrada... Pero me ha traído buenos recuerdos y me hacía ilusión compartirlos. ¡Hasta la próxima!

domingo, 22 de julio de 2012

Vacaciones forzosas


Y tú, ¿qué te llevarías a una isla desierta?

Pregunta tópica donde las haya. A este paso, pronto acabaré hablando de qué tres deseos le pediría al genio de la lámpara; pero es que hoy algo me ha hecho pensar en esto desde otra perspectiva. Supongo que, hasta ahora, siempre había pensado en las cosas que pasan por mi vida dejando huella, y seguramente habría respondido algo así como ‘mi portátil, el último libro de Harry Potter en inglés y el Bonnier, para determinar las plantas’.  Las dos cosas que más echaría de menos y algo que le dé el toque friki a mi respuesta.
Sin embargo Albert Espinosa ha sido más listo que yo: él se llevaría una almohada. Creo que esta respuesta es insuperable, y ni el mejor ordenador del mundo, por muchos megas que tenga, llegará a estar nunca a la altura de un objeto tan cotidiano y tan absurdamente pasado por alto como es una almohada.
Además, en cuanto se acabara la batería, el portátil se convertiría en algo inservible. Por no hablar de lo poco que aguantaría la acción de los elementos…. En fin, cruzaré los dedos para no tener que ir nunca a una isla desierta con una limitación de tres objetos. Dejémoslo en una semana de verano y una maleta de las que hay que facturar.

PD: Sí, esto es de Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo. Gran libro, como ya dije en su día.

miércoles, 18 de julio de 2012

No coincidieron los bailes


Hace poco tuve una “cena de empresa” que se convirtió en reunión familiar. La vida, que a veces te sorprende. Lejos de ser una situación violenta y poco más que un compromiso, se convirtió en una velada agradable y en una bonita experiencia con la que no quiero aburrirte; lo que me ha llevado a escribir sobre esa noche es una historia que contó mi padre. Supongo que el vino, el chupito de aguardiente y la copa de después tuvieron algo que ver, pero el caso es que estuvo relatando batallitas de sus ‘años mozos’, una de las cuales me hizo reflexionar bastante.
Resulta que un amigo suyo (llamémosle Jesús) estuvo locamente enamorado de una chica del pueblo (digamos Isabel) durante gran parte de su vida, desde los cinco o seis años. Eran otros tiempos, y el pobre chico nunca se atrevió a decirle nada. Además, vivían en un pueblo pequeño y supongo que el ‘qué-dirán’ sacechaba en todo momento. Para esas situaciones, sin embargo, los hobbitonianos (no me hace demasiada gracia desvelar el nombre del pueblo) inventaron algo que permitía mayor fluidez en las relaciones sociales: las verbenas o, como se decía entonces, el baile.
Ahora parece cómico, pero en aquella época la aburrida vida de domingo giraba en torno a ellos. Todo el mundo asistía y lo pasaba bien; bailando a veces, observando otras. El procedimiento era sencillo: los chicos se acercaban a las chicas, bailaban una “pieza” y después se acercaba un amigo del mozo, bailaba con la misma muchacha para que al primero no se la quitaran, y así hasta que finalizaba la noche.
El último baile era el más importante, porque después el chico acompañaba a la chica a casa. Así podían hablar más tranquilamente y el zagal tenía oportunidad de deslumbrar a la inocente doncella con su mejor repertorio de tácticas. Y, lo creas o no, de este modo se formaron muchas parejas.
El problema venía cuando el chico no podía bailar con la chica que le gustaba. O, al menos, no la última pieza. Cada semana, el pobre Jesús vería cómo se escapaba otra oportunidad y trataba de encontrar el lado positivo, bien mirando al futuro, bien divirtiéndose con otras chicas. Por eso nuestro amigo, que nunca le confesó a Isabel lo que sentía por ella, no pudo tener la relación con la que soñaba. No coincidieron los bailes.

domingo, 15 de julio de 2012

El nombre del viento, de Patrick Rpthfuss (traducido por Gemma Rovira)


Cuando las circunstancias (en este caso, el aburrimiento) prácticamente te obligan a leer cuatrocientas páginas de un libro, pueden pasar dos cosas: que te guste lo suficiente para que lo disfrutes y un día que iba a ser un "coñazo" se convierta en una jornada agradable… O que acabes odiándolo con toda tu alma. En este caso ocurrió lo primero, así que tiene mérito que haya conseguido terminarme El nombre del viento sin odiar a su autor y a todos sus personajes.


Patrick Rofthuss ha conseguido unir un montón de retazos para crear una bonita novela prácticamente biográfica, salpicada de pequeñas historias épicas, y adornada con escenas de gran intensidad, bien por su crudeza, bien por su ternura. La evolución del libro se aleja un poco de lo que promete la sinopsis (fallo mío por haberla leído), pero también es cierto que El nombre del viento es sólo la primera parte de una saga o trilogía (no estoy seguro) que continuará con El temor de un hombre sabio.

Vale, da pereza comenzarlo cuando ves que hay casi novecientas páginas de literatura fantástica… Pero para mí eso no supone un problema. Eso sí, dejaré que pase una temporada antes de leer la segunda parte. De momento, tengo que devolver el libro a la biblioteca. ¡He conseguido terminarlo a tiempo para que no me penalicen! ¡Tiene que ser un récord!

sábado, 7 de julio de 2012

En llamas (Catching Fire), de Suzanne Collins, traducido por Pilar Ramírez Tello


Sí, hijo, sí. Volvemos a Los juegos del hambre. Es que es una trilogía, me veo en la obligación moral de hablar de los tres. Y eso que aún no he leído el último…

El caso es que tampoco hace falta para saber que el segundo (o penúltimo) es, con toda probabilidad, el peor. Mejor dicho, el menos bueno (si digo que “es el peor” parece que estoy dando a entender que es malo; y nada más lejos). Lo mismo ocurre con muchas otras trilogías y sagas. Desde El Señor de los anillos hasta Harry Potter, pasando por Millenium y La materia oscura, es inevitable que el penúltimo libro sea el menos recordable. Muchas veces es un mero introductorio al final de la saga (Harry Potter) o flaquea por el hecho de no tener ni principio ni fin (es la pega que le ponía todo el mundo a mi idolatrada versión cinematográfica de Las dos torres). Claro que muchas otras sólo son una forma de explotar un producto que ha dado resultado y sacarse un dinerillo…

Bueno, al tema, que me voy por las ramas y no son horas. En llamas es un libro más que aceptable, con la cruda intensidad de Los juegos del hambre, pero también con esa ñoñería propia de las novelas para adolescentes. Es una buena continuación del primer libro hasta que la historia evoluciona y te acabas dando cuenta de que en realidad se podría resumir con la última frase, que lo que en realidad importa vendrá en el tercero… Así que te dejo dos opciones: disfruta de las quinientas-y-pico páginas de “buena” literatura o léete la primera y la última página.

Nah, voy a dejar de decir tonterías. Ve a por él, túmbate debajo de un árbol (es verano, puedes hacerlo) y pasa las páginas mientras la brisa estival te acaricia y el sol se refleja en las hojas (las del libro o las de los árboles, las que más te gusten). Cuando acabes, estarás preparado para leer Sinsajo. Eso sí, no te lo acabes antes que yo.

jueves, 5 de julio de 2012

Frases que no te esperas encontrar y que te alegran el día


“Thank you all for your hard work. If you have not made it through, please know that there is often a specific part of the exam where you are doing poorly, and your performance is usually completely curable by continuing to work hard. Please continue to challenge yourselves to meet the high standards of the fields of translation and interpreting.”

Es genial ver que algunos profesores se toman en serio su trabajo, e incluso intenten ir un poco más allá: tratan de animarnos, de hacer que nos esforcemos, de sacar lo máximo de nosotros. Vale, ésta en concreto es de un profesor que me puso buena nota, pero creo que aunque me hubiera suspendido habría conseguido arrancarme una sonrisa. Puede que incluso hubiera pensado ‘Es verdad. Tengo que entregarme al 101%, debo estar a la altura’.
Ahora es verano; tal vez no es el mejor momento para proponerse una entrega total. De hecho, es la época perfecta para plantearse un montón de propósitos que luego no cumpliremos. El caso es que, en el futuro, trataré de recordar esta frase cada vez que esté demasiado estresado o cansado como para desmotivarme, y espero que me ayude. Será una especie de talismán.
De modo que gracias, Linder.