Pues sí, chavales, lo reconozco. Mi lado más perverso puede salir a la luz
de vez en cuando, y ahora voy a contar uno de los casos en los que ocurre.
Obviamente, está relacionado con la ortografía.
Ya he escrito alguna vez mi opinión sobre los cambios en el lenguaje. Es
innegable que un idioma es un organismo vivo, que evoluciona con el
tiempo y que, por tanto, no puede quedarse estancado. Sin embargo, también creo
que no todos los cambios son todo lo naturales que deberían, por lo menos en el
español.
Me explico. Puedo llegar a tolerar e incluso defender la adquisición de
anglicismos, o de nuevas acepciones para una palabra. Al fin y al cabo, no son
más que cambios que acompañan la evolución del mundo en el que vivimos. Sin
embargo, no acabo de estar a favor de algunas de las modificaciones que la Real
Academia ha hecho en los últimos años y que, para mí, en última instancia, sólo
buscan la simplificación de la lengua.
Ojo. Creo que es un motivo perfectamente razonable y es lo que ha hecho que
el español sea lo que es a día de hoy (para empezar, ha perdido las declinaciones
del latín, algo por lo que doy gracias); no se puede negar que un idioma siempre tenderá a la economía y la
simplicidad. No obstante, también es razonable (y enriquecedor) que un idioma
tenga particularidades, excepciones y hasta contradicciones. Es por eso que
sigo acentuando ‘sólo’ cuando significa ‘solamente’ y los pronombres
demostrativos; y también sigo escribiendo con nostalgia palabras como ‘qatarí’
o ‘whisky’ (ambas aceptadas, eso sí).
La palabra que me ha llevado a escribir esta entrada también podría
englobarse en esta segunda categoría, en la de cambios con los que no acabo de
estar de acuerdo y que persiguen una simplicidad tal vez un poco artificial. Se
trata de ‘guión’, un término que se ha acentuado durante años pero que, por su condición de monosílado, no debería.
Sí, lo admito. Yo la sigo acentuando siempre que mi sustento no depende de
ello. No sólo porque me parezca un cambio innecesario, sino porque ni siquiera
estoy del todo de acuerdo. Al fin y al cabo, yo lo pronuncio como si tuviera acento y dos sílabas: gui-ón
(como ‘rió’), y no sin él (como ‘vio’), independientemente de cuál sea la acepción con la que lo use.
Igual son cosas mías o igual, como he
dicho para empezar, es que soy un rebelde. No sé. El caso es que yo me siento más cómodo acentuándolo y creo que lo seguiré haciendo salvo que se me indique lo contrario (cosa que, por suerte o por desgracia, ocurrirá siempre que haya dinero de por medio...).