miércoles, 29 de marzo de 2017

Leer cuentos cortos



Hace poco, una amiga me regaló por mi cumpleaños un libro de cuentos cortos en catalán: Uf, va dir ell, de Quim Monzó (ya lo comenté en su día, aunque no dije el título). No solo le agradecí muchísimo el regalo, sino que me pareció una idea estupenda para refrescar mi catalán ahora que vivo en Barcelona. Por cierto, últimamente solo hablo de libros que me regalan mis amigas, pero es casualidad, no quiero que pienses que mis amigas me regalan libros continuamente.

El caso es que, aparte de ser una estupenda toma de contacto con la lengua catalana, el hecho de leer cuentos cortos es algo bastante nuevo para mí. Pocas veces lo había hecho (solo se me viene a la cabeza el genial Politically correct bedtime stories, que se coló en mi top ten de ese año) y la verdad es una forma bastante dinámica de leer un libro. Cada pocas páginas hay un nuevo comienzo y un nudo, y no es necesario esperar capítulos y capítulos para conocer el desenlace. Además, es sorprendentemente fácil sumergirse en una nueva historia, con nuevos personajes y, en ocasiones, un estilo totalmente diferente.

Evidentemente, me estoy basando en este libro en concreto (al que seguramente dedicaré una entrada dentro de poco), pero creo que es algo que se puede extrapolar a otros libros de cuentos cortos. Ahora que he descubierto este nuevo “género”, no descarto leer otros y seguir disfrutando cada pocas páginas con una nueva historia. Por ejemplo, un cuento corto antes de ir a dormir. Incluso me parece una forma interesante de adentrarse en la creación literaria, ahora que ya tengo "dominados" los microrrelatos (ver aquí y aquí) y esto de escribir entradas cortas.

lunes, 27 de marzo de 2017

Si hay que leer, se lee



Ya he comentado alguna vez que leo los libros en versión original siempre que tengo la opción de hacerlo (ya sea porque conozco la lengua en cuestión o por pura disponibilidad). No me limito a ello, pues eso me cerraría las puertas a gran parte de la literatura universal y sería tirar piedras contra mi propio tejado, pero es algo que intento tener en cuenta. Por otro lado, me gusta mucho leer en otros idiomas (bueno, me gusta mucho leer, punto) y es algo que comento siempre que tengo oportunidad.

¿Qué por qué digo esto? Pues porque actualmente se me está presentando una situación algo cómica. Hace un par de meses fue mi cumpleaños y una amiga me regaló un libro porque sabe que soy un ávido lector. Como también conoce mi pasión por los idiomas, me lo regaló en inglés. Lo que no sabe es que, al ser un libro de autora española, yo habría preferido leer la versión en castellano y dejar las lecturas en inglés para las obras de escritores anglófonos (ni lo sabe ni se lo voy a decir, por cierto, porque el regalo me hizo mucha ilusión).

El caso es que es un libro que conocía y que goza de fama actualmente, por lo que lo empecé en cuanto pude y a las pocas páginas ya me había enganchado bastante. Es cierto que me mantengo en mi posición de que habría sido preferible leerlo en español, pero el hecho de leerlo traducido a otro idioma le da una perspectiva nueva y bastante interesante. Creo que en algunos pasajes pierde parte de la esencia del original (como muchos libros traducidos, por mucho que nos pese a los traductores), pero también aporta un punto extra de entretenimiento: a mí, por ejemplo, me empuja a intentar adivinar qué palabra o estructura era la que aparecía en el original. Además, no deja de ser curioso ver términos muy tradicionales de la zona en que transcurre la historia insertados en frases en inglés. Por último, para qué negarlo, siempre se puede aprender mucho al leer en un idioma extranjero… aunque el texto en cuestión sea una traducción del tuyo propio.

Tal vez te estés preguntando de qué libro se trata. De momento, te dejaré con la intriga, porque he dado una opinión subjetiva y, en cierto modo, no demasiado positiva. Pero te daré una pista: probablemente te lo encuentres en mi top ten de libros de 2017...

domingo, 26 de marzo de 2017

Traducción técnica



Llevaba mucho tiempo queriendo dedicar una entrada a la traducción técnica. Lo hago porque últimamente ocupa un porcentaje importante de mi volumen de trabajo (supongo que es algo inevitable cuando eres traductor interno en una agencia) y, poco a poco, me estoy volviendo un experto. Además, creo que puedo afirmar que a priori se trata de una de las ramas más desconocidas para los estudiantes de traducción y tal vez de las más denostadas por los traductores profesionales. Por otro lado, es fácil ser consciente de la existencia de la traducción técnica, porque la mayoría de los manuales de instrucciones suelen estar en varios idiomas y dichos manuales están presentes en cada aparato, electrodoméstico y cacharro en general que compramos.

Así pues, si es un campo que es tan omnipresente y que puede generar tanto volumen de trabajo, ¿por qué pasa tan desapercibido? No me veo en condiciones de dar una respuesta, pero sí puedo describir las características generales más importantes que creo que hay que tener en cuenta a la hora de adentrarse en el mundo de la traducción técnica.

Lo primero que piensa todo el mundo es que es un terreno árido y difícil. Y lo es, no lo voy a negar. De primeras, las instrucciones de un horno o de una lavadora no son el paradigma de texto literario. Además de no ser especialmente fascinantes, muchas veces es necesario un conocimiento técnico y una profunda comprensión de lo que se está traduciendo, así como estar en posesión de un glosario lo más completo posible y tener un dominio de la terminología con la que se trabaja (o, en su defecto, contar con una excepcional capacidad de documentación).

Por otro lado, los textos técnicos suelen presentar muchas similitudes entre sí y los clientes suelen disponer de mucho material de referencia o incluso diccionarios que te proporcionan encantados (no ya para ayudar, sino para que las elecciones terminológicas sean uniformes). Además, la calidad literaria pierde importancia en favor de una explicación clara. Las repeticiones, que en muchos tipos de texto se evitan, en el campo técnico son aceptadas e incluso deseables. Algo parecido ocurre con algunas formas de pasiva e incluso con el uso de anglicismos.

A grandes rasgos, por tanto, considero que es un campo que no hay que rechazar sistemáticamente. La experiencia acumulada da sus frutos muy rápido y permite un flujo de trabajo cada vez más optimizado. Eso sí, es importante no confiarse demasiado y tener en cuenta las instrucciones del cliente, pues es habitual que exista una guía de estilo y que haya que seguir indicaciones a veces contradictorias. En mi caso, pido ver el proyecto antes de aceptarlo, y lo examino en el programa de traducción con el que trabajo, que permite utilizar el material de referencia, antes de decidir si me atrevo a traducirlo o no... Y me enorgullece decir que la respuesta es afirmativa cada vez más a menudo.