viernes, 27 de febrero de 2015

La joven de las naranjas, de Jostein Gaarder (traducido por Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo)



El hecho de que últimamente esté evitando los libros traducidos (algo que dejaré de hacer en un futuro próximo, porque es tirar piedras a mi propio tejado) hace que me vea limitado en algunas ocasiones. Al fin y al cabo, y  por mucho que adore la biblioteca municipal, la selección de libros en versión original o, mejor dicho, en distintos idiomas, no es tan amplia como la de ejemplares en español. Y muchos de estos últimos están traducidos, evidentemente.

Por suerte, sigue habiendo idiomas que no domino, o de los que no sé una sola palabra, y entonces las traducciones son perfectamente válidas y justificables. Es el caso del noruego. Además, Jostein Gaarder es un viejo conocido y ya me habían hablado –bien- de La joven de las naranjas, ¿por qué iba a dejar de leerlo?

Además, resultó ser una historia entrañable, con descripciones precisas y evocadoras y con un estilo original. A veces parece que le cuesta avanzar y el lector desea que ocurra algo, pero incluso en ese momento el autor nos regala pequeñas joyas con las que mantenernos entretenidos.

Sí es cierto que recuerda un poco a otras de sus obras, por lo menos a las que he leído. Supongo que eso es algo que hay que tener en cuenta antes de volver a coger un libro suyo, pero no me ha molestado con La joven de las naranjas. De hecho, aprecio que los escritores tengan un estilo definido, sobre todo si es tan particular como el de Jostein Gaarder.

martes, 24 de febrero de 2015

Los ordinales también existen

Después de -casi- cuatro años en la carrera de traducción, uno acaba desarrollando auténticas obsesiones gramaticales y lingüísticas. De hecho, llega un momento en el que cada falta de ortografía, puntuación o estilo puede provocar diversos comentarios y ser motivo de desmayos, sofocos y malestar general. Algunos errores sólo nos provocan pequeñas taquicardias, otros pueden hacer que nos hierva la sangre... Y otros pueden gozar de cierta inmunidad, como el caso que hoy nos ocupa: el de los números ordinales y su (falta de) uso.

Por un lado, tengo que reconocer que los números ordinales constituyen uno de esos fallos imperdonables cuando veo por escirto la típica frase “Este año se celebra el 60 aniversario de...”, porque el vago del escritor no ha sido capaz de poner el punto y la letra velada tras el número en cuestión. Sin embargo, no sólo no es un “fallo” (está aceptado por la Fundéu, que lo admite como válido para acontecimientos y eventos importantes), sino que puede resultar una estrategia muy cómoda a la hora de interpretar... ¿Por qué decir 'cuadragésimo' en vez de 'cuarenta'? Al fin y al cabo, el público va a entender el cardinal igual de bien, o incluso mejor, que el ordinal, por mucho que no sea tan correcto.

Al menos ésa era la norma por la que me regí durante un par de cuatrimestres, en parte debido a las sabias indicaciones de la profesora con quien cursaba interpretación por aquel entonces. No obstante, he acabado cambiando de opinión. No sólo por la obligación impuesta por una nueva profesora, sino también porque me veo obligado a defender estos “purismos” lingüísticos, del mismo modo que defiendo el 'sólo' acentuado y el uso de cualquier sinónimo antes de calcos o de ciertos préstamos. Como ya sabrás, por otra parte.

De modo que, si en el futuro me oyes o me ves usar un cardinal donde debería haber un ordinal, te doy permiso para que me llames la atención y me des una colleja (flojita, eso sí). ¡Ah! También  aprovecho para recordar que la grafía más correcta -al menos, la recomendada por la Fundéu- lleva punto entre el número y la letra velada.

domingo, 15 de febrero de 2015

La felicidad es un té contigo, de Mamen Sánchez



El hecho de no leer nunca las sinopsis hace que, a veces, cree mis propias historias sólo a partir del título. Por eso, y también debido al tipo de letra con que estaba escrito el título, los dibujos de la portada y una frase que vi sin querer, pensaba que me encontraba frente a una historia ñoña que se limitaba a describir cosas bonitas y relaciones empalagosas.

Aun así, como me lo habían recomendado hace meses y cayó en mi poder hace días, tenía muchas ganas de leerlo. También era mi primera novela de autor español (autora, en este caso) desde El tiempo entre costuras y había sido una especie de fenómeno editorial en España mientras yo estaba viviendo en tierras lejanas. Demasiados motivos como para resistirme.

Y, a veces, resulta fácil comprender que un libro tenga éxito. La felicidad es un té contigo es ciertamente una novela alegre y optimista, pero también dramática, intensa y divertida. Aglutina diversas y numerosas cualidades en pocas páginas y el estilo de la autora mezcla un lenguaje coloquial con los juegos de palabras más ingeniosos; así como situaciones trágicas con otras sencillamente desternillantes.

Además, acabo de descubrir que Mamen Sánchez ha publicado previamente otros libros, algo que me va a venir muy bien este año de lectura compulsiva autoimpuesta… Aprovecho para informarte, ya que estamos, de que sigo cumpliendo mi propósito de un libro por semana.