lunes, 30 de mayo de 2016

Paper Towns, by John Green



Hacía mucho que escribía una de mis “criticas” (siempre entre comillas). Es cierto que este año estoy más relajado y muy lejos del ritmo de un libro semanal que mantuve durante casi todo el 2015, pero supongo que el motivo principal es que tampoco quiero que este blog se convierta únicamente en una página web con reseñas de libros.

Sin embargo, he querido sacar a la luz este título en concreto (que terminé hace ya bastante), por un motivo un poco tonto. Resulta que una vez alguien me dijo ‘me gusta hablar contigo de libros, porque no te cierras a nada’ y Paper Towns es el ejemplo perfecto. Se trata de una historia (y de un autor) que ha triunfado mayoritariamente entre el público adolescente, lo que le hace ser descartada e incluso vilipendiada por el grueso de lectores adultos (pero no por mí). Además, la comercialización y la publicidad que se le han hecho a John Green y a todas sus obras, incluyendo las versiones cinematográficas de alguna de ellas, no ayudan.

Y es por eso por lo que quiero sacar este libro a colación. No niego que habría disfrutado más de él si lo hubiera leído en mi ya lejana etapa de adolescente, pero eso no me ha impedido valorar el conjunto muy positivamente. A pesar de ser “literatura juvenil”, consiguió engancharme bastante, me sentí en todo momento bastante identificado con el personaje y, además, pude aprender mucho de temas tan variopintos como X e Y (no voy a decirlo, desvelaría demasiado). 

En realidad, no es la primera vez que alabo libros considerados de niños o juveniles. Tal vez es porque hay una parte de mí que se quiere seguir aferrando a esa época o porque no me cuesta ver la parte positiva de todo, o a lo mejor es que no soy un lector adulto digno de tal nombre. Lo que está claro es que no me arrepiento de haber leído Paper Towns y te lo recomiendo si no eres de los que denuestan la “literatura juvenil”.

lunes, 23 de mayo de 2016

El mejor español del mundo



Cuando estás en un país extranjero, y tu condición de foráneo queda muy patente (como es mi caso, por distintos motivos), es bastante habitual que te pregunten de dónde eres. A veces, la respuesta ‘España’ se queda un poco corta y tu interlocutor querrá que seas más específico. En mi caso, me toca aclarar que soy de Salamanca.

El caso es que Salamanca tampoco es que sea una metrópoli mundialmente conocida. Muchas veces hay que explicar que es una ciudad pequeña, no muy lejos de Madrid (o entre Madrid y Portugal, cualquier referencia es válida). Por suerte, muchos alemanes tienen una vaga (o no tan vaga) idea de dónde está. Algunos la conocen y a otros muchos les suena. Ahí es cuando yo añado que tiene una universidad muy conocida (la más antigua de España), que muchos estudiantes hacen allí su Erasmus y que hay mucha gente que va a aprender español porque es donde se habla ‘el mejor español del mundo’. Aprovecho para aclarar que esto lo he oído y leído, no es una aportación mía por ser salmantino autóctono.

Lo normal es que los alemanes no argumenten nada al respecto y se lo crean sin reservas, pero entiendo que muchos hispanohablantes nativos no estén de acuerdo y argumenten en contra. Habrá quien diga que el mejor español se habla en Valladolid, Andalucía o Colombia, por poner algunos ejemplos. Y lo cierto es que yo no sería quién para rebatirlo, porque no soy un experto ni pretendo serlo.

Sin embargo, sí que defiendo con cierto orgullo que en Salamanca SÍ se habla el mejor español del mundo… En mi humilde opinión. ¿Que por qué me atrevo a afirmar algo tan peliagudo? Pues por dos motivos: el primero es que no hay un español que sea categóricamente mejor que el resto, pero tal vez sí uno que se acerque más al concepto que tenemos de ‘español estándar’. El segundo es que es la variedad que he conocido toda mi vida y puedo defender que, efectivamente, está lo suficientemente cerca del artificial español estándar. Me explico: no tenemos un acento significativo (aunque algunas personas tienen un deje y terminan las frases con un tono un poco más alto); nos ceñimos en la mayoría de los casos a las normas gramaticales en cuanto a tiempos verbales, pronombres o colocaciones y nuestra pronunciación, aunque minoritaria si la comparamos con el total de hispanohablantes del mundo, es la que suelen recoger diccionarios y gramáticas. No diré nada del vocabulario habitual de Salamanca, pues tiene sus localismos como cualquier otra región y no son mejores ni peores que los de ningún otro sitio.

Dicho esto, y una vez defendida la calidad del español que se habla en Salamanca, insisto en que es sólo una opinión mía y que a nivel objetivo nunca podría hablar de él como el ‘mejor español del mundo’. Tampoco estoy diciendo, ni mucho menos, que todos los salmantinos hablen español mejor que todos los demás hispanohablantes del mundo. Simplemente transmito algo que he leído, junto con las razones por las que, aunque allí no se hablara el mejor español del mundo, opino que Salamanca sí sería un buen lugar para estudiarlo.

martes, 10 de mayo de 2016

Leer en alemán



¡Hola de nuevo! Como ya dije en mi última entrada, actualmente estoy viviendo en Alemania, realizando unas prácticas en la Universidad de Leipzig y aprovechando la ocasión para aprender tanto alemán como me resulte posible. Una opción es intentar conocer a individuos autóctonos, cuya lengua materna sea el alemán, y practicar con ellos todo lo que se pueda (los famosos tándems, por ejemplo, de los que también he hablado ya en este mi querido blog), pero hay muchas otras maneras de aprender un idioma extranjero.

Una que me gusta particularmente y que hasta el momento me ha reportado grandes beneficios es la lectura. Leer siempre nos ayuda (también en nuestra lengua materna), y en el caso de un idioma extranjero nos permite familiarizarnos con las estructuras y el vocabulario de una forma casi pasiva y libre de esfuerzos. Además, puede acercarnos a historias que dejen huella en nosotros, a personajes que nos enamoren o a escritores a los que podemos llegar a admirar.

Es cierto que no siempre es fácil. La alta literatura conlleva dificultades para cualquier lector no especialmente ducho en la materia, y mi alemán todavía no está a la altura de gran parte de los autores. Por eso he querido retomar una senda que ya empecé en el pasado, y es la de optar por libros que ya he leído y disfrutado y, a poder ser, con un vocabulario no demasiado difícil. Elegida ha resultado, cómo no, la saga de Harry Potter, de la que ya leí el primer tomo sin grandes dificultades. De hecho, ahora estoy a la mitad del segundo y espero acabarlo pronto para comenzar el tercero.

Las ventajas son evidentes. Como ya he dicho, no se trata de una historia complicada ni de un vocabulario difícil (como mucho hay que estar atento al campo semántico de la magia, pero en principio no es un gran problema). Además, ya la he leído tantas veces que la podría seguir en prácticamente cualquier idioma y, por si fuera poco, son libros que me siguen enganchando y que siempre querré volver a leer. El único inconveniente que le veo es que no se trata de una versión original, sino de una traducción… Pero bueno, no tiraré piedras sobre mi propio tejado y continuaré con la lectura con tanta pasión y diligencia como hasta ahora.