miércoles, 30 de noviembre de 2016

El no reto de 2016



Si durante el 2015 leíste alguna de mis entradas, sabrás que uno de mis propósitos fue leer un libro a la semana. Empecé muy motivado y con buen ritmo pero, a medida que pasaban los meses, reduje un poco las exigencias. Al final, a pesar de todo, no conseguí cumplirlo y en mi defensa sólo diré que me quedé muy cerca. Aun así, fue una experiencia bonita y gracias a ese reto autoimpuesto pude leer libros que me gustaron mucho. Como ya comenté en su momento, también hubo aspectos negativos y, por ello, decidí que para el 2016 leería, simple y llanamente, lo que me apeteciera en cada momento.

¿Que por qué saco esto a la luz? Tal vez es una forma de justificarme por haber leído muchos menos títulos en comparación con el año pasado. O, mejor, una excusa para anticipar mi celebérrimo top ten de lecturas recomendables, que este año viene cargado de sorpresas.

Así que paciencia, porque dentro de un mes podrás disfrutar de esta ansiada lista que, a pesar de que este año he leído menos, está a la altura de la del año pasado. Además, como este año apenas he dedicado entradas a los libros que he leído, viene cargada de sorpresas…

También aprovecho para dejarte aquí el top ten de 2015 y la lista total de libros leídos.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Topónimos y gentilicios



Qué título más cool me ha quedado, ¿eh? Por eso he decidido estropearlo en la primera frase con un anglicismo totalmente innecesario, no vaya a ser que alguien me tache de pedante.
No obstante, creo que esta entrada sí es necesaria (no como el cool), porque los topónimos son una fuente de errores bastante habitual, y los gentilicios todavía más. Ambas cosas son razonablemente comprensibles, por supuesto. Los nombres de los lugares son algo delicado, porque, aunque no se deberían modificar mucho para no dar lugar a confusión, tampoco es siempre factible adaptar la grafía local a la pronunciación (en este caso) española. Muchas veces, además, se dejan los nombres originales porque desconocemos que existe una traducción/adaptación al español.

Vayamos por partes. Es normal que ciudades como Cracovia, Múnich o Burdeos tengan su adaptación al castellano, porque son lo suficientemente importantes y porque en nuestro idioma no tenemos los mismos fonemas ni las mismas normas de pronunciación. Sería cómico escuchar a la gente palabros como «Munchen» o «Bordeaux» pronunciados así fonéticamente (claro que estos dos ejemplos tampoco son del todo representativos porque, por esa regla de tres, su denominación debería ser «Munjen» y «Bordó» respectivamente). Además, recordemos que el castellano es un idioma con una combinación de letras limitada, y no aporta nada tener haches en lugares imposibles (como en Abu Dhabi, “correctamente” adaptada a Abu Dabi) o eses líquidas, como en Stockholm, que por suerte evolucionó a Estocolmo. Por último, las normas de acentuación están ahí para cumplirlas, de ahí que ciudades como París, Berlín, Dublín o Ámsterdam lleven en español acentos que no existen en sus respectivos idiomas.
Y ahora pasemos a los gentilicios, otro motivo de duda en numerosas ocasiones. Aunque hay sufijos muy habituales y muchas veces son muy intuitivos, también existen otros que prácticamente hay que estudiarse. Algunas ciudades españolas, como Huelva, Teruel o Valladolid, tienen adjetivos imposibles (onubense, turolense y vallisoletano en este caso), y para colmo otros gentilicios "menos oficiales", como pucelano en vez de vallisoletano, charro en lugar de salmantino, maño para los oriundos de Zaragoza… Otras tienen gentilicios más "lógicos", pero igualmente enrevesados, como ciudadrealeño o guadalajereño.
También los países pueden tener gentilicios algo complicados. Por ejemplo, los de Madagascar son malgaches, los de Mónaco monegascos y los de San Vicente y las Granadinas sanvicentinos (de hecho, los países isleños son, en general, una mina de gentilicios “raros”). Y no podía dejar de hablar de los adjetivos para las capitales nacionales, que la RAE recoge en este anexo y que pueden llegar a ser algo desconcertantes, como los damascenos de Damasco, los josefinos de San José o los paceños de La Paz.
En fin, creo que de momento eso es todo. La verdad es que este tema me gusta bastante y es posible que en el futuro vuelva a escribir al respecto. Por el momento, disfruta con la lista de países, capitales y gentilicios de la RAE y apréndetelos todos.

martes, 22 de noviembre de 2016

La palabra de la semana



No, aquí no empiezo una nueva sección, equiparable a la del dilema lingüístico de la semana o del fin de semana. Ya he comentado que mi regularidad no me lo permite (de momento) y no quiero comprometerme a algo que difícilmente podré cumplir. Sin embargo, hay una palabra en la que llevo pensando unos días y que me parece digna de merecer una entrada en este mi querido blog. Esa palabra es ‘táper’.

Y me parece fascinante por varios motivos. El primero, que es una adaptación de una palabra inglesa (tupper) que a su vez procede de un nombre de una marca comercial (Tupperware). El segundo, es que la adaptación es francamente buena: la palabra se ajusta perfectamente a los cánones habituales de la lengua castellana (algo que no siempre ocurre con las palabras inglesas). El tercero, que su forma plural es bastante graciosa.

Pues sí. La Fundéu es bastante clara al respecto. Es cierto que mucha gente dice ‘tapers’, y que se escribe de muchas maneras diferentes (túper-túpers, tupper-tuppers…), pero si se españoliza, se españoliza con todas las consecuencias y, por ello, el plural de táper es táperes.

En fin, eso es todo por hoy. Sin embargo, no podía dejar de escribir esta entrada sin proponer una alternativa mucho más castiza: fiambrera. Por algún motivo ha dejado de usarse en favor de ‘táper’, pero tiene su gracia. Ah, y la Fundéu recuerda otras, como tartera, tarrina o lonchera.