Como ya comenté el otro día, la
elección de una segunda lengua extranjera puede ser un punto de inflexión en la
vida de todo estudiante de traducción. El otro día, yo expuse mi situación personal y enumeré algunos de los motivos por los que opté por el alemán en
detrimento del francés. Es cierto que tenía un buen nivel de francés y que me gustaba mucho, pero una parte de mí prefirió lanzarse a la piscina con algo
nuevo, para así adquirir una lengua más y abrir el abanico de posibilidades
laborales y salidas profesionales.
Tal vez te estés preguntando si
no podía haber elegido francés como segunda lengua extranjera y haber cursado
asignaturas de alemán por mi cuenta. Pues bien, la respuesta es ‘depende’. Es
cierto que es perfectamente posible aprender un idioma a nivel profesional sin
cursarlo como parte del grado en traducción; pero también es cierto que las
asignaturas de la carrera pueden ocupar gran parte de nuestro tiempo y hacer
que dejemos de lado todos los elementos extracurriculares. Además, tenemos que
tener en cuenta que lo normal en el grado de traducción es irse de Erasmus a un
destino de tu segunda lengua extranjera, para así darle un buen empujón y conseguir
el nivel que se espera de un traductor y/o intérprete.
Sin embargo, siempre digo que el
factor clave para escoger un idioma u otro es QUE TE GUSTE. Resulta tedioso
estudiar una lengua que no te atrae, y esa falta de interés hace que la
dificultad se multiplique. Soy de los que piensan que es prácticamente imposible
llegar a controlar una lengua a nivel nativo (ojo, esto no quiere decir que no
se pueda conseguir un buen nivel) y, si a esta dificultad intrínseca de cualquier
idioma le sumamos indiferencia por nuestra parte, podemos estar frente a un
reto casi imposible de superar.
También me he encontrado en la
situación de que alumnos que van a comenzar el grado en el próximo curso me
pregunten por las salidas profesionales. Es una pregunta peliaguda, cuando
menos, y es que eso de las salidas es algo muy relativo. Por ejemplo, para
trabajar en la Unión Europea es muy aconsejable tener alemán. Sin embargo, en
las Naciones Unidas el que es imprescindible es el francés. El japonés (que en
el grado de Traducción e Interpretación de la Universidad de Salamanca es una
opción para cursar como segunda lengua) puede marcar la diferencia, porque no
es tan habitual, pero el mercado se reduce a Japón y todo lo relacionado con el
país nipón. En cuanto al portugués y el italiano, otros de los idiomas que se
pueden cursar en esta facultad (pero, ojo, no como segunda lengua extranjera),
también es difícil establecer si uno tiene más salidas que otro. Parece que el
mayor número de hablantes de portugués en el mundo y la proximidad de España
con Portugal pueden ser factores de peso, pero el italiano goza de mayor
importancia en Europa.
Por ello, insisto en que lo
importante es que el idioma que estamos estudiando nos guste. Nunca se sabe
dónde vamos a acabar ni cuáles van a ser las lenguas que nos van a dar más
trabajo. Tal vez alguien decide empezar a estudiar griego moderno porque le
gusta (yo no lo descarto, por ejemplo, porque el sonido me encanta) y no tiene
ningún problema para ejercer de traductor con esa combinación. Y, al mismo
tiempo, puede que alguien opte por el ruso pensando en un mercado más amplio y,
sin embargo, se vea desempleado y estudiando un idioma que no le atrae.
Recuerda ante todo que traducción es una
carrera muy vocacional y tienes que sentir pasión por lo que estás haciendo.
Por ello, intenta familiarizarte con los idiomas ofertados y (si aún no lo has
hecho) decide cuál es tu favorito porque, independientemente de las salidas,
será el que debes escoger. Tal vez te preguntes si ése fue mi caso cuando
escogí el alemán… Digamos que, en mi relación amor-odio con la lengua germana,
la parte del amor ha sido lo suficientemente importante como para poder afirmar que,
efectivamente, el alemán me gusta. Y, lo que es más importante, no me arrepiento.