Vale, reconozco que esta
vez me he despistado mucho. No es habitual en mí dejar el blog abandonado
durante tanto tiempo, pero espero recuperarlo con un par de bonitas entradas (además
de ésta) antes de fin de mes. Además, adelanto que he tenido una buena excusa
para justificar mi dejadez, aunque ya hablaré de ello más adelante.
De momento, retomo uno de
los aspectos más importantes de la traducción, que es, cómo no, el de aprender
un idioma extranjero. El proceso, y cualquier persona que se haya visto en la
situación de tener que hacerlo, es arduo y no está exento de complicaciones.
Una lengua distinta de la materna puede presentar dificultades a nivel de
gramática, vocabulario, pronunciación (o a todos esos niveles al mismo tiempo)
y hay que aprovechar cada oportunidad que se nos presente para mejorar o
perfeccionar el idioma en cuestión.
Sí, evidentemente una de
esas oportunidades es la existencia de un tándem. Para el que no lo sepa, ‘hacer
tándem’ consiste (entre otras acepciones) en quedar con otra persona
para conversar. La gracia está en que esa otra persona hablará un idioma que
nosotros estamos aprendiendo (sea o no su lengua materna) y en muchos casos
también estará estudiando nuestro idioma, o uno que nosotros podamos hablar.
Así, el encuentro es beneficioso para ambos. Me he explicado de forma un poco
farragosa, pero creo que ha quedado claro.
El caso es que si saco el
tema a colación es porque considero que incorporar un tándem en nuestro proceso
de aprendizaje de un idioma extranjero es una muy buena idea. Esa persona hará
que nuestro oído se acostumbre al sonido de dicha lengua, que retengamos mejor
expresiones y estructuras que tal vez son distintas en nuestro propio idioma y
que podamos practicar nuestra expresión oral. Es cierto, no obstante, y en mi
punto de vista, que para que un tándem realmente sea eficaz ya tenemos que
haber logrado un nivel aceptable del idioma en cuestión. No tiene sentido que
intentemos hablar con un (por ejemplo) alemán si apenas llevamos estudiando el
idioma unos meses, porque nuestras conversaciones serán muy limitadas y tal vez
la otra persona no querrá repetir… Eso, o acabaremos hablando sólo en nuestro
idioma, algo que ciertamente no nos reportará gran cosa (y cuando se estudia un
idioma hay que ser un poco egoísta).
Además, el mundo de los
tándems es maravilloso y el proceso es sólo comparable al de buscar una cita:
primero hay que localizar los locales o las páginas web en las que encontrar a alguien.
Después, cruzar los dedos para que en principio la otra persona y tú seáis
compatibles y, si así es, dar con una hora que cuadre a ambos y un sitio
adecuado para quedar. Una vez conseguido, sólo queda esperar que el encuentro
sea fructífero para las dos partes y, por qué no, que haya una segunda vez. La
comparación con una cita tal vez sea más una paranoia mía que otra cosa, pero
por diversos motivos ahora mismo estoy buscando a distintas personas con las
que hacer tándem y no podía evitar escribir al respecto.
Para terminar, recuerdo que tándem es una palabra llana que termina por 'm', por lo que debe llevar acento, aunque en el inglés original no lo haga. Dicho esto, me voy a
dormir y prometo volver pronto con alguna entrada más interesante.