lunes, 28 de diciembre de 2015

Distintas formas de mirar el agua, de Julio Llamazares



Ya he comentado alguna vez que hay libros que, sin tener un hilo argumental definido, consiguen transmitir todo tipo de sensaciones e incluso enganchar. Son libros tal vez un poco extraños, que no se pueden resumir, pero que tienen otros recursos para convencer: un estilo definido, un humor refinado, unos sentimientos especialmente intensos…

Supongo que esto último es lo que ha conseguido Julio Llamazares en Distintas formas de mirar el agua. Basa su libro en un momento puntual, localizado en el tiempo y en el espacio, con una gran carga emocional. Bebe del pasado y del recuerdo para llenar una página tras otra, una historia tras otra, y completar un emotivo libro.

En realidad, se ha puesto en la piel de distintas personas y ha volcado todos sus sentimientos y pensamientos en cada capítulo. Esto tiene el lado positivo de que resulta mucho más fácil empatizar con cada uno de los personajes pero, al mismo tiempo, da la impresión de que detrás del libro apenas ha habido planteamiento previo. No ya porque las frases a veces resulten absurdamente largas o porque la escritura no haya sido tan cuidada como debería, sino también porque el número de historias se hace un poco abrumador.

Tal vez no entiendas muy bien a qué me refiero, pero ya sabes que no me gustan los spoilers (uno de los pocos anglicismos que tolero) y cualquier explicación extra daría demasiadas pistas. Sin embargo, aun así te recomiendo que le des una oportunidad y, si lo haces, me entenderás.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

¡Feliz Navidad!



¡Muy buenas, queridos lectores (siempre me gusta pensar que el número es plural…)!

Últimamente estoy preocupado por lo poco que estoy escribiendo. La vida laboral y la falta de inspiración están pasando factura a este mi querido blog. Sin embargo, no puedo dejar de pasar la oportunidad de felicitar las Navidades.

Sé que no es una entrada muy original ni muy novedosa, pero son unas fechas muy señaladas para muchas personas (entre las que me incluyo y una excusa para adelantar que dentro de poco publicaré la lista de todos los libros que he leído durante el 2015 y podrás averiguar si he cumplido mi propósito o no.

Dicho esto, un cordial saludo y… ¡Feliz Navidad!

P.D.: también aprovecho para felicitarme a mí mismo por haber llegado a las 200 entradas. La 200ª (ducentésima, para que no te quedes con la duda) fue ésta.

martes, 15 de diciembre de 2015

¿Niños y niñas?



Hace poco me vi en una tesitura un poco delicada… Al revisar un texto, me vi en la “obligación” de cambiar ‘niños y niñas’ por sólo ‘niños’, que al fin y al cabo es la forma neutra, además de la masculina.

¿Que por qué es una situación delicada? Porque últimamente se debate si debería haber una manera menos machista de incluir a los preadolescentes de ambos géneros. Es que resulta que la forma masculina plural en español coincide con la neutra y esto no siempre es algo políticamente correcto, pues hay quien argumenta que deja de lado a la mitad femenina de la población.

Sin embargo, yo de momento me ceñiré a la norma de usar el plural masculino/neutro, en lugar del tedioso ‘niños y niñas’, ‘ciudadanos y ciudadanas’… No sólo porque me parece mucho más práctico y, como digo, menos tedioso, sino porque creo firmemente que una lengua no puede ser machista.

Habrá quien diga que, aunque la lengua no sea machista, sí que es posible que refleje una postura ideológica del pasado, en ocasiones cuestionable. No obstante, esto puede aplicarse a prácticamente todo y no creo que la solución sea implantar una forma neutra, como los ya habituales niñxs o niñ@s.
A mí, personalmente, no me convence ninguna de las dos. Estéticamente, ambas me parecen horribles y, además, no se ha inventado la forma de pronunciarlas. Además, me veo en la obligación de sacar a colación un argumento que esgrimió mi profesor de lengua castellana y literatura de 2º y 4º de la E.S.O.: “las personas son machistas, no las lenguas”.

De hecho, sin ánimo de pronunciar un discurso mínimamente político (y menos en la coyuntura actual), opino que sí se podría cambiar la educación y supongo que unas cuantas leyes para suprimir toda forma de sexismo de la sociedad… Pero no una lengua con tantos siglos de historia como es el castellano.

¡Ah, eso sí! Si hay que especificar, ya no digo nada…