domingo, 26 de octubre de 2014

Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela

Muchas veces (más de las que me gusta admitir) mi opinión sobre un libro se basa mayoritariamente en su final. El argumento, el estilo, el trasfondo y la riqueza literaria pueden verse ensombrecidos por un final mediocre. O al revés. Y esto es extrapolable a películas, series y cualquier formato que implique una estructura de introducción, nudo y desenlace.

Sin embargo, ahora nos encontramos ante un caso excepcional, una rara avis que ha engrosado mi lista de 'libros que me han gustado' a pesar de no contar con un final espectacular. ¿Que cómo es posible? Pues porque no tiene final.

Viaje a la Alcarria es una descripción, casi una guía de viajes. Su título no oculta nada y las cinco palabras que lo componen son tan ilustrativas como posiblemente pueden serlo. A lo largo de su lectura, en ocasiones pensaba que este libro era fruto de un antojo de su autor, o incluso una mera excusa para salir de viaje. Por momentos incluso esperaba expectante que hubiera un mínimo de acción más allá de encuentros esporádicos y que 'el viajero' nos sorprendería con un giro inesperado... ¡Ingenuo de mí!


Aun así, he disfrutado mucho con su lectura. Su sencillez, su claridad, sus meticulosas descripciones, su riqueza léxica y sus pequeños fragmentos de poemas componen una obra, tal vez un poco inofensiva pero indiscutiblemente única. Engancha a pesar de la falta de trama y, lo mejor de todo, es perfectamente capaz de transportarte a otro sitio y a otro lugar. Así que, si te apetece pasar unos días en la Alcarria de los años cuarenta, no dudes en leerlo.

domingo, 19 de octubre de 2014

Becky en Manhatan, de Sophie Kinsella (traducido por Enrique Alda Delgado)

No era infrecuente que durante la lectura de Becky en Manhattan, “Loca por las compras” viaja a Nueva York se me escapara alguna de otra carcajada. De hecho, me visualizaba a mí mismo gritando '¡es el mejor libro del mundo!' y, por qué no, dando saltitos. No sé, supongo que el espíritu de la protagonista se apoderó de mí por momentos...

El caso es que leer algo que te haga reír siempre es positivo. Ya devoré el primer libro de la saga hace tiempo (The Secret Diary of a Shopaholic, hablé al respecto en este mi querido blog) y también lo valoré muy positivamente porque me pareció extremadamente divertido. Ahora, con este segundo tomo, me reafirmo en mi opinión.

Es un paradigma de la chick-lit, esa rama de la literatura que surgió hace no demasiados años y en la que se encuentran otros libros como El diario de Bridget Jones, al que también tengo mucho cariño. Se trata de novelas sin grandes aspiraciones literarias (o sí, pero de un modo tal vez menos habitual) y que fundamentalmente buscan entretener. Que el lector se ría. E incluso colar una sutil crítica de distintos aspectos de la sociedad en cuanto se presenta la oportunidad.

Loca por las compras, en esa línea, sigue una trama un poco absurda en algunos puntos. Tal vez incluso se puede pensar la autora ha pretendido exagerar ciertas cosas. Luego te das cuenta de que no puedes parar de reír y de que no está tan alejado de la realidad como parece y la historia gana enteros.


Sólo diré que no me hizo falta más de un fin de semana para terminarlo y que ya estoy deseando ponerle las manos encima al tercer tomo. Eso sí, por muy buena que me haya parecido la traducción de Enrique Alda Delgado (y eso que era complicado, con un lenguaje tan especializado y tantas referencias culturales), esta vez optaré por la versión original, como ya hice con The Secret Diary of a Shopaholic.

martes, 14 de octubre de 2014

Interpretando... del alemán

“Buenos días, señoras y señores. Muchas gracias por su invitación, es un honor estar aquí. Hoy me gustaría hablarles brevemente acerca de la interpretación del alemán al español...”

Así es como empezaría la mayoría de discursos en una clase estándar de interpretación. Bueno, habría que cambiar lo de 'la interpretación del alemán al español' por el tema en cuestión, pero creo que todos nos hemos hecho una idea.

El caso es que, después de haber descrito el alemán en toda su plenitud, con sus declinaciones imposibles, su alocado vocabulario y sus verbos al final de frase (subordinadas, eso sí), he llegado a un nuevo nivel: la interpretación alemán-español. El aprendizaje, que supuestamente ya debería estar en un estadio muy avanzado, implica una correcta comprensión oral y, por supuesto, a la oportuna reproducción del discurso.

Esta asignatura, por tanto, es como una prueba de fuego. Todas las largas horas de biblioteca, las tardes de estudio e incluso mi prolongada estancia en el país germano tenían prácticamente un único objetivo: estar a la altura en 'Interpretación Simultánea 2ª Lengua Extranjera: Alemán'.


De momento, hemos empezado poco a poco y la cosa no ha ido mal. Mi nivel, tan macarrónico para algunas cosas, me permite entender un porcentaje suficiente de los discursos y reproducirlos en mi correcto castellano. Ahora, sin embargo, tengo que avanzar a contrarreloj para que los futuros textos, que inevitablemente serán más complicados, no me superen. ¿Lo conseguiré? Permanezcan a la espera... Como yo cuando hay subordinadas y no hay más remedio que tener paciencia y aguardar a que acabe la frase. Y es que, como ya dijo alguien más sabio que yo en mi facultad, 'fumando espero al verbo que yo quiero'.

lunes, 6 de octubre de 2014

Traducción inversa, esa gran desconocida

A veces pienso que desde que empecé la carrera mi nivel de inglés se ha resentido. ¿Cómo es eso posible?, dirás; trabajas con los idiomas en la mayoría de tus clases y se te presupone un conocimiento avanzado de tu lengua de trabajo. Pues te responderé que tienes razón, pero eso no quita que mi inglés no sea mejor que hace (ya) tres años. Primero, porque ya tenía un nivel aceptable (el hecho de no haber mejorado no quiere decir que ahora sea nefasto). Segundo, porque mi prioridad en estos últimos cursos se ha convertido en... el español.

Sí, ya he explicado alguna vez cuán importante es el español para un traductor nativo. El texto de llegada tiene que ser perfecto. Por supuesto, debe reflejar el contenido del original en su totalidad, pero también es vital que no haya errores. Esto hizo que yo adoptara la -errónea- postura de no darle importancia al inglés en favor del español.

Sin embargo, no contaba con un factor fundamental: en la carrera (y, presumiblemente, también en nuestra vida laboral) nos tenemos que enfrentar a la traducción inversa. Ya tuvimos una toma de contacto en segundo curso y ahora, en cuarto, volvemos a vernos las caras. El objetivo es que todo traductor que se precie sea capaz de redactar un texto en inglés de calidad incuestionable: es decir, que mantenga el significado original y esté desprovisto de errores.

Claro que, al no ser nuestra lengua materna, ¿seremos capaces de hacerlo? ¿No habrá cientos de miles de hablantes nativos mejor capacitados que nosotros? Yo tengo que responder firmemente que... no sé qué decir.

Por un lado, es obvio que hay más opciones de equivocarse cuando te enfrentas a una lengua extranjera, por mucho que la domines. Por otro, el hecho de que una persona sea hablante nativa de un idioma no quiere decir que no vaya a cometer errores. Además, hay tipos de textos tan protocolarios que no importa estar trabajando con la lengua materna, lo fundamental es conocer las fórmulas necesarias.


Yo, por mi parte, no me veo capacitado para hacer una traducción inversa al alemán y tendría que pensármelo mucho antes de aceptar una al inglés. No obstante, supongo que ése es el objetivo de la carrera y tal vez mi postura sea distinta cuando tenga el título en mis manos. Fecha para la cual, por cierto, cada vez queda menos.