Muchas veces (más de las
que me gusta admitir) mi opinión sobre un libro se basa
mayoritariamente en su final. El argumento, el estilo, el trasfondo y
la riqueza literaria pueden verse ensombrecidos por un final
mediocre. O al revés. Y esto es extrapolable a películas, series y
cualquier formato que implique una estructura de introducción, nudo
y desenlace.
Sin embargo, ahora nos
encontramos ante un caso excepcional, una rara avis que ha
engrosado mi lista de 'libros que me han gustado' a pesar de no
contar con un final espectacular. ¿Que cómo es posible? Pues porque
no tiene final.
Viaje a la Alcarria
es una descripción, casi una guía de viajes. Su título no oculta
nada y las cinco palabras que lo componen son tan ilustrativas como
posiblemente pueden serlo. A lo largo de su lectura, en ocasiones
pensaba que este libro era fruto de un antojo de su autor, o incluso
una mera excusa para salir de viaje. Por momentos incluso esperaba
expectante que hubiera un mínimo de acción más allá de encuentros
esporádicos y que 'el viajero' nos sorprendería con un giro
inesperado... ¡Ingenuo de mí!
Aun así, he disfrutado
mucho con su lectura. Su sencillez, su claridad, sus meticulosas
descripciones, su riqueza léxica y sus pequeños fragmentos de
poemas componen una obra, tal vez un poco inofensiva pero
indiscutiblemente única. Engancha a pesar de la falta de trama y, lo
mejor de todo, es perfectamente capaz de transportarte a otro sitio y
a otro lugar. Así que, si te apetece pasar unos días en la Alcarria
de los años cuarenta, no dudes en leerlo.