Hubo una época muy
complicada de mi vida en la que mi obsesión era hacer listas de
todo. De canciones, de países, de libros... Normalmente, el número
se limitaba a diez y yo, en mi eterna sabiduría, me refería a ellas
como «top ten».
Pues bien, el caso es
que si hubiera hecho un top ten de ciudades (creo que no
llegué a hacerlo o, al menos, nunca lo terminé), Barcelona habría
ocupado un puesto de honor. Es cierto que tal vez no pueda ser del
todo objetivo. Al fin y al cabo, allí he pasado un año entero de mi
vida (probablemente, el mejor) y me trae recuerdos maravillosos a la
mente. También tiene ciertos efectos beneficiosos sobre mi
organismo: hace que se me pinte una sonrisa estúpida en la cara, que
me entren ganas de saltar y cantar, que se me vengan a la mente
palabras en catalán...
Puede que éste no sea
el mejor texto para describir a la ciudad condal, y nunca verás nada
similar en una guía turística. A lo mejor debería haberme centrado
en la majestuosidad de la Sagrada Familia, el vibrante bullicio de
las Ramblas o la magia del Laberinto de Horta (un enclave algo
desconocido pero no por ello menos espectacular), pero no podría
limitarme a dar una breve descripción de los monumentos. Supongo que
son demasiadas las cosas que he vivido allí y no serviría para algo
tan frío y desprovisto de sentimientos como una guía turística.
Llegados a este punto,
tal vez también debería hacer una mención especial a las personas
a las que conocí allí y que, a día de hoy, siguen siendo tan
importantes en mi vida... Pero eso haría que me pusiera demasiado
sentimental y esto es un blog serio. Por eso, lo dejaremos aquí... Y
yo me autodesafío a terminar el top ten inacabado y a
publicar algo sobre mis diez ciudades predilectas. Así que permanece
a la espera, a ver si coincidimos en alguna.
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