Pues sí, sigo en
Alemania. De hecho, mañana es el día en que mi estancia en el país
germano comenzará a tener sentido en términos absolutos porque, has
acertado, mañana tenemos las primeras clases.
Recuerdo con nostalgia
cómo era la vuelta al cole cuando éramos niños y de verdad íbamos
al colegio. Todo era muy emocionante: el rencuentro con los
compañeros después de tres largos meses (por aquel entonces no
había redes sociales y, en cualquier caso, éramos demasiado
pequeños como para usarlas), la expectación por saber con qué
profesor nos tocaría, le excitación al estrenar el material
escolar...
Ahora la situación ha
cambiado. Ya no sólo se trata de que hay diferencias notables entre
la escuela y la universidad, sino que encima vivo en otro país y hay
que lidiar con un nuevo idioma, un nuevo sistema de estudios y un
nuevo edificio.
Supongo que no deja de
ser un reto y, en cualquier caso, muchos alumnos han pasado por la
misma situación antes que yo y han salido triunfantes. Por eso no voy a
ponerme dramático ni voy a asustar a nadie. Pero, de todos modos,
deséame suerte... ¡por partida triple!
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