Queridos lectores (suponiendo que
el número sea plural), tengo algo que anunciar.
Tal vez recuerdes que para el
2015 mi propósito era leer un libro a la semana. Publico con orgullo que he
mantenido el ritmo de una forma envidiable hasta ahora, finales de agosto, y
que lo sigo haciendo. Sin embargo, lamento decir que me he visto obligado a
renegociar conmigo mismo los términos del acuerdo.
Hay diversos motivos que me
empujan a hacerlo. Por un lado, está el hecho de que es DIFÍCIL leer a esa
velocidad. El día a día nos mantiene bastante ocupados y no siempre le podemos
dedicar a la lectura el tiempo que nos gustaría. Por otro, no siempre tendremos
un número ilimitado de títulos a nuestra disposición.
Sin embargo, lo que me ha
obligado a tomar esta difícil decisión ha sido algo mucho más sencillo: y es
que ya no estaba disfrutando con mis libros. Puedes pensar que se debe a simple
hastío, o a una mala elección por mi parte. Nada más lejos. Durante este año,
he descubierto grandes obras con las que he disfrutado lo indecible (ver aquí y aquí), que me
han enseñado muchísimo (ver aquí), que me han permitido mantener alguna de mis lenguas activa (ver aquí) o gracias a los que me he reencontrado con antiguos conocidos (ver aquí y aquí). También he aprovechado para leer, por fin, libros que
llevaban meses en mi lista de asuntos pendientes (ver aquí) o que aparecían en Los 101 libros que debería leer (ver
aquí). No obstante, y a pesar de los estupendos libros que han pasado por mis
manos, empezaba a ver la lectura como una obligación, y eso es algo por lo que
no quiero pasar, y mucho menos de forma autoimpuesta. Además, admito con cierta
vergüenza que este propósito es lo que me ha llevado a descartar volúmenes
largos y, en parte, lo que me ha impedido avanzar con la saga de Canción de hielo y fuego (Juego de tronos para los menos
puristas). En mi defensa diré, eso sí, que algunos de los libros sí que tenían
un número considerable de páginas, como Los
ojos amarillos de los cocodrilos, La
tabla esmeralda o El tiempo entre costuras.
Por ello, voy a reducir un poco
mi nivel de exigencia. Un año tiene 52 semanas y media, así que mi nuevo
propósito es leerme 50 libros. Sigue siendo un número aceptable y me permitirá
llevar un ritmo más acorde a mi realidad (por si habías llegado a pensarlo, yo
no me paso las 24 horas del día con un libro entre las manos). Es una pequeña
decepción, pero si consigo llegar a la cincuentena me sentiré muy orgulloso
conmigo mismo de todos modos.
No sé, tenía la necesidad de
compartirlo. Ya me voy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario