Hace tiempo publiqué una entrada que
titulé ‘A traducir se ha dicho’. Pues bien, ahora me toca dedicarle un pequeño
espacio a la otra mitad de la carrera: la interpretación.
La gran desconocida de las ramas
que se enseñan en la facultad es también la que ejerce sobre mí la mayor
atracción (al menos la interpretación consecutiva, que es la que estoy cursando
ahora). Me gusta no sólo porque con ella se puede poner en práctica tu
conocimiento de un idioma, sino también porque es un gran reto. Sí, has leído
bien. Un reto.
Para empezar, son necesarios un
buen manejo del inglés y un dominio “absoluto” del español. Sin embargo,
también hace falta tener una buena memoria, velocidad para coger apuntes, poco
sentido del ridículo… Además, ayuda ser buen orador y contar con una aceptable
presencia física. Todo ello hace de cada discurso una nueva aventura y un
objetivo más que hay que superar. Sea cual sea el tema, el ponente, el lugar,
tienes que estar preparado para asimilarlo y listo para interpretarlo. Al fin y
al cabo, y por mucho que el intérprete sea una herramienta más, sin ti la gente
del público está perdida. Pobrecillos.
De modo que toma tus notas,
repasa el ustedeo y hazte coleta… ¡A interpretar se ha dicho!
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