Se dice que William
Shakespeare, el celebérrimo autor británico, es también
responsable de la acuñación de hasta 1.700 nuevos términos. '¿Cómo
es posible?' Te preguntarás. Al fin y al cabo, 1.700 palabras son
muchas. Pues hay una serie de explicaciones, a cada cual más lógica.
Por aquel entonces, para
empezar, no había una estricta gramática inglesa que recopilara
todos los términos existentes. También era una época en la que no
todo quedaba recogido por escrito y no se puede decir, ni mucho
menos, que los documentos de por aquel entonces perduraran en el
tiempo. Por esta razón, es probable que se le achaquen
palabras que ya existían. Él simplemente las escribió en
documentos lo suficientemente duraderos. De hecho, sumando las
palabras que ya existían pero que aparecieron por primera vez en un
texto escrito en una obra de Shakespeare, llegamos a las 2.000.
Recordemos que el inglés, además, en el siglo XVI era una lengua
relativamente nueva y había poca literatura en ese idioma.
Sin embargo, el motivo
fundamental por el que acuñó tantos nuevos términos era que si no
existía una palabra que él necesitaba, sencillamente se la
inventaba. Aunque parezca una locura, es un mecanismo de lo más
dinámico, imaginativo y práctico. Además, reconozcámoslo, todos
lo hemos hecho en algún momento. Lo que no podemos negar es que,
gracias a su inventiva, hoy en día contamos con voces como lonely
(solitario), to hurry (apresurarse) o to undress
(desvestirse) Y podríamos añadir otras como assassination,
cold-blooded, bedroom o birthplace... hasta superar las 1.700.
Resulta fascinante no
sólo porque a veces se puede entrever el proceso de creación de la
palabra en cuestión, sino porque la mayoría de ellas siguen en uso
hoy en día. Supongo que no es más que otro ejemplo de la enorme
influencia que tuvo el dramaturgo... y que sigue teniendo.
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