“Nunca me han gustado
los aeropuertos. Siempre he considerado que hay que pasar demasiadas barreras
para disfrutar de un avión.
Los controles, las
facturaciones, el temor a las pérdidas apestan enormemente en este lugar.
Leí una vez un estudio
que explicaba que el corazón de una persona no para de latir a toda velocidad
desde que entra en un aeropuerto.
Y esa aceleración es
debida a las… Prisas por encontrar el mostrador de facturación, por facturar lo
deseado o no facturar absolutamente nada y que te obliguen a facturarlo todo,
por obtener el asiento perfecto, por pasar el control de seguridad […], por el
nerviosismo del despegue, por aquellos instantes de turbulencias, por el miedo
al aterrizaje […] y por llegar a tu
destino final.”
Ya sé que no es propio de mí copiar párrafos ajenos tan
largos, pero es que me encantan las descripciones de las pequeñas cosas; de
todo aquello a lo que no damos importancia pero que esconde en su interior un
microcosmos lleno de estrellas, planetas y satélites. Y, en el fondo, ¿qué otra
cosa es un aeropuerto? Un mundo aparte donde las pistas de aterrizaje son las
estrellas; los aviones, los satélites, y las personas que pululan de un lado
para otro, los planetas.
Yo mismo comencé una vez una serie de “descripciones de
pequeñas cosas” entre las que incluí la de un aeropuerto. Tal vez un día la
publique, ya veré.
Por el momento, volveré a hablar de uno de mis temas cliché
y daré mi humilde opinión sobre una obra de Albert Espinosa: Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime
ven. Es una novela rara, diferente (como todo lo que él hace), pero con un
magnetismo propio y exclusivo. El hilo argumental es tan confuso como a los que
nos tiene acostumbrados, lo cual no es malo en absoluto. Simplemente refuerza
lo que ya he comentado sobre él en alguna ocasión: no es un libro para leer de
un tirón y descubrir el final; sino más bien una serie de grandes frases y
párrafos dispuestos a lo largo de 201 páginas para descubrir poco a poco.
El título es un ejemplo claro. Once palabras que pueden
hacerte pensar en miles de cosas, desde historias románticas hasta canciones de
antaño, una declaración de amor y una situación de impotencia al mismo tiempo.
Una pequeña obra de parte para dar nombre a otra pequeña (o no tan pequeña)
obra de arte.
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