domingo, 12 de mayo de 2013

Anna Karenina: la película


El imperecedero poder de la novela Ana Karenina, de León Tolstói, puede resumirse con las palabras del realizador Joe Wright: "Todos intentamos aprender a amar de un modo u otro"

lahiguera.net

Hace un par de semanas fui al cine a reencontrarme con los grandes relatos rusos y cuando salí me sentí un poco estúpido. No sólo por haber visto la peli sin leerme el libro (algo que intento evitar en la medida de lo posible), sino porque llegué a pensar que habría disfrutado más con otro final... Luego me di cuenta de que era una adaptación y de que cambiarlo habría sido poco menos que un sacrilegio. En fin.

Resulta que cada vez es más difícil ser original en el mundo del cine. O, mejor dicho, es difícil ser original sin caer en lo absurdo. Argumentos imposibles aparte, algunos directores optan por volver al blanco y negro, al cine mudo, al musical...

Lo que ha hecho Joe Wright ha sido jugar con los decorados. El transcurso de una escena a otra podía llegar a resultar tan espectacular como la escena en sí, y los decorados también se pueden considerar pequeñas obras de arte en sí mismas (además de una alegoría a la situación sentimental que se refleja en la historia, por lo que he leído por ahí). Cuando no rodaban en el interior de un teatro, además, se desplazaban a los blancos parajes rusos y el conjunto ganaba unos cuantos enteros. Eso sí, por lo visto los pobres actorzuelos lo pasaron bastante mal en medio de capas de nieve y la soledad absoluta de la estepa rusa... (ojo, es el momento de añadir que no todos los paisajes que aparecen son del país eslavo, algunas escenas campestres se rodaron en la menos exótica Salisbury, en el sur de Inglaterra).

Y, hablando de actorzuelos, tengo que destacar que en Anna Karenina se dan cita dos de los grandes nombres del momento. Un desconocido Jude Law, muy en su línea, y una estupendísima Keira Knightley, más elegante que nunca. Tal vez dos motivos extra para que más de uno se anime a sentarse en una butaca durante dos horas.

Eso de las dos horas no suena del todo bien, pero no te equivoques, sería tiempo sabiamente empleado. Como la estoy liando y, de todos modos, no quiero alargarme mucho, lo dejaré aquí. Då svidaniya!

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