Hace tiempo, publiqué un
microrrelato de unas doscientas palabras que había escrito como parte de un encargo para una
asignatura de la carrera. Estaba satisfecho con el resultado y decidí
que era una forma aceptable de adentrarme en ese mundo, hasta
entonces desconocido.
Sin embargo, ahora aspiro
a convertirme en un experto. Junto con un par de amigos, hemos
decidido crear sesiones semanales en las que cada uno presentará su
microrrelato. El objetivo es contar una historia que pueda impactar
con el menor número de palabras.
Reconozco que, para una
persona de escritura serpenteante y retorcida como yo, que no puedo
vivir sin frases subordinadas y soy incapaz de renunciar a los
detalles, esto suponía un auténtico reto. Sin embargo, la
iniciativa sigue hacia adelante y ya he conseguido sentirme orgulloso
de un microrrelato con sólo siete palabras. Pasaremos por alto el
hecho de que me han llegado a superar con seis, e incluso con uno “experimental” de cinco.
Y ahora la pregunta es...
¿qué es mejor? ¿Un microrrelato con el mínimo número de palabras
o una historia corta que realmente llegué a impactar? Ya he dicho
que mi estilo detallado y retorcido me pone en una situación
difícil, pero no puedo negar el mérito que han tenido mis amigos y
todos los escritores que han conseguido microrrelatos de cinco y seis
palabras.
En fin, no te preocupes,
seguiré actualizando el blog con alguna de mis entradas típicas.
Los microrrelatos los reservo para nuestros pequeños “concursos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario