Cada poco tiempo, me
paseó por la habitación de mi hermana o por el despacho de mi padre
para ver qué libros tienen y siempre hay alguno me llama la
atención. A pesar del evidente problema de que los títulos suelen
ser los mismos y, con el tiempo, la variedad disminuye, hace poco
descubrí uno que tenía muy buena pinta.
Como habrás podido
adivinar, se trata de Vacaciones con papá. Tengo que
reconocer que de primeras lo dejé en un segundo plano (el primer
puesto fue para La química secreta de los encuentros, del que
ya he hablado), pero pronto comencé su lectura y me vi inmerso en
una historia hilarante, dinámica y muy alemana. Esto último también
es algo destacable.
Vacaciones con papá
es uno de esos libros que a todos nos gustaría escribir, una novela
con la que hacer reír a todos los lectores. Irónico y divertido
desde el principio, juega con los estereotipos y con situaciones a
veces un poco absurdas que todos podemos extrapolar a nuestras
propias vidas. Desde la relación entre padres e hijos hasta los
clichés germanos, la autora sabe sacar petróleo de cualquier cosa.
También es muy fácil meterse en la historia, imaginar los paisajes
del norte de Alemania y, sobre todo, ponerse en la piel de Christine,
la protagonista.
Además de ser tan ameno
y gracioso, ha podido transportarme de nuevo a Alemania, país que
abandoné hace poco y que, por suerte, aún no he tenido tiempo de
echar de menos. Está presente en todo momento, desde las
descripciones de la isla hasta las canciones y comidas que se
mencionan. Hay un factor cultural importante que hace que la historia
resulte mucho más auténtica y encantadora. Además, tengo que decirlo, la
traducción es francamente buena: cuenta con las adaptaciones
culturales necesarias y, al mismo tiempo, mantiene toda la esencia
del país teutón.
Tal vez una historia que
gira en torno a una relación fraterno-filial no es algo novedoso, y
por momentos recuerda un poco a El diario de Bridget Jones.
Quizás el hecho de jugar con los estereotipos está ya
muy visto. E incluso se podría pensar que el sentido del humor es
demasiado básico y las situaciones no siempre resultan del todo
creíbles. Sin embargo, tengo que decir que la ironía es más sutil
de lo que parece, que su lectura engancha mucho y, sobre todo, que lo
recomendaría sin dudarlo. Es una pequeña obra de arte y la clásica
novela para la que siempre se puede sacar un poco de tiempo.
De hecho, la única pega
auténtica que puedo poner es que he leído este libro tan
eminentemente estival justo cuando mis vacaciones llegan a su fin. Un
pena...
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