“No podéis hacer experimentos con nuevos símbolos el día del examen. Los símbolos son como el amor, no se pueden fingir”.
Esta frase la pronunció mi profesora de Fundamentos de Interpretación Consecutiva (Consecutiva para los amigos) en la última tutoría; pero no voy a hablar del amor, ni voy a divagar sobre si se puede fingir o no. Qué va. Abordaré el tema, mucho más profano y menos elevado, de la toma de notas para interpretación consecutiva. Símbolos incluidos.
Esta
asignatura, de la que ya hablé a principio de curso, ha sido una especie de
revelación. Me ha abierto los ojos en cuanto a futuro profesional se refiere,
me ha puesto a prueba en muchas ocasiones y me ha permitido explorar un poco más
la facultad de traducción. También me ha desquiciado en algunos momentos, pero
supongo que eso era inevitable para una persona desequilibrada y emocionalmente
vulnerable como yo.
Como
ya dije en su día, la interpretación requiere una buena presencia, una mejor
dicción, un manejo correcto del ustedeo y un dominio lo más completo posible
del español (y del inglés, of course).
Sin embargo, creo recordar que apenas si mencioné algo de la toma notas. Una
lástima, porque es lo más divertido de la asignatura y lo que provoca el mayor
número de equivocaciones y auto-tirones de pelo.
Es
cierto que mis cinco años previos de universidad me pueden haber servido de
algo. A lo largo de esos cursos, me he convertido en un experto en tomar
apuntes: la velocidad de muñeca y la invención de abreviaturas no tienen
secretos para mí. Incluso me transformé en una especie de traductor automático
a la fuerza durante mi periplo Séneca en Barcelona: aquel año, gracias a las
clases que tuve en catalán y al hecho de que seguí cogiendo apuntes en
castellano, la traducción instantánea se volvió una parte intrínseca de mi ser.
Vale, no es lo mismo tomar notas de un profesor que repasa sus
lecciones a un ritmo razonable que de un compañero que está leyendo un
discurso, pero supongo que fue una ayuda inestimable en cualquier caso.
En
fin, a lo que iba. Es imposible escribir a un ritmo que te permita apuntar
todas y cada una de las palabras del orador; si alguien es capaz, le animo
fervientemente a que se dedique a la interpretación consecutiva. Para el resto de los mortales, la clave está
en escuchar, una buena memoria y unas buenas notas como soporte. Dichas notas
serán mucho más completas y, por tanto, mejores, cuanto mayor sea el número de
símbolos, pictogramas y abreviaturas.
Como
ya he dicho, yo soy un defensor acérrimo de las abreviaturas. ¿Para qué
escribir más que las tres primeras letras de cada palabra? Admito que tengo
unos cuantos símbolos y dibujitos en mi diccionario personal, pero la clave de
mi ¿éxito? son las abreviaturas. Eso y la fluidez en hablar sin artículos y
otras palabras poco importantes; cual indio del oeste. Me gustaría escribir
alguna frase aleatoria como ejemplo, pero me temo que me he alargado mucho en
esta columna y no te molestarías en leerlo.
Por
ello, sólo me despediré pidiéndote que me desees suerte para el examen, que ya
va quedando menos para en día D.
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