miércoles, 16 de enero de 2013

¿Que hay que interpretar? ¡Pues a tomar notas se ha dicho!


“No podéis hacer experimentos con nuevos símbolos el día del examen. Los símbolos son como el amor, no se pueden fingir”.


Esta frase la pronunció mi profesora de Fundamentos de Interpretación Consecutiva (Consecutiva para los amigos) en la última tutoría; pero no voy a hablar del amor, ni voy a divagar sobre si se puede fingir o no. Qué va. Abordaré el tema, mucho más profano y menos elevado, de la toma de notas para interpretación consecutiva. Símbolos incluidos.
Esta asignatura, de la que ya hablé a principio de curso, ha sido una especie de revelación. Me ha abierto los ojos en cuanto a futuro profesional se refiere, me ha puesto a prueba en muchas ocasiones y me ha permitido explorar un poco más la facultad de traducción. También me ha desquiciado en algunos momentos, pero supongo que eso era inevitable para una persona desequilibrada y emocionalmente vulnerable como yo.
Como ya dije en su día, la interpretación requiere una buena presencia, una mejor dicción, un manejo correcto del ustedeo y un dominio lo más completo posible del español (y del inglés, of course). Sin embargo, creo recordar que apenas si mencioné algo de la toma notas. Una lástima, porque es lo más divertido de la asignatura y lo que provoca el mayor número de equivocaciones y auto-tirones de pelo.
Es cierto que mis cinco años previos de universidad me pueden haber servido de algo. A lo largo de esos cursos, me he convertido en un experto en tomar apuntes: la velocidad de muñeca y la invención de abreviaturas no tienen secretos para mí. Incluso me transformé en una especie de traductor automático a la fuerza durante mi periplo Séneca en Barcelona: aquel año, gracias a las clases que tuve en catalán y al hecho de que seguí cogiendo apuntes en castellano, la traducción instantánea se volvió una parte intrínseca de mi ser. Vale, no es lo mismo tomar notas de un profesor que repasa sus lecciones a un ritmo razonable que de un compañero que está leyendo un discurso, pero supongo que fue una ayuda inestimable en cualquier caso.
En fin, a lo que iba. Es imposible escribir a un ritmo que te permita apuntar todas y cada una de las palabras del orador; si alguien es capaz, le animo fervientemente a que se dedique a la interpretación consecutiva.  Para el resto de los mortales, la clave está en escuchar, una buena memoria y unas buenas notas como soporte. Dichas notas serán mucho más completas y, por tanto, mejores, cuanto mayor sea el número de símbolos, pictogramas y abreviaturas.
Como ya he dicho, yo soy un defensor acérrimo de las abreviaturas. ¿Para qué escribir más que las tres primeras letras de cada palabra? Admito que tengo unos cuantos símbolos y dibujitos en mi diccionario personal, pero la clave de mi ¿éxito? son las abreviaturas. Eso y la fluidez en hablar sin artículos y otras palabras poco importantes; cual indio del oeste. Me gustaría escribir alguna frase aleatoria como ejemplo, pero me temo que me he alargado mucho en esta columna y no te molestarías en leerlo.
Por ello, sólo me despediré pidiéndote que me desees suerte para el examen, que ya va quedando menos para en día D.

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