Alguna vez he contado
cómo acabó un libro en mis manos o por qué me decidí a leerlo.
Tal vez no parezca relevante, pero las historias que hay detrás de
algunas lecturas pueden ser tan interesantes como los relatos que
escondían.
Lo digo porque con El
jardín de las dudas me ocurrió algo curioso. Entré en la
biblioteca buscando un libro muy concreto y, como no lo tenían (eso,
o yo no lo encontré) y yo no quería irme con las manos vacías, di una pequeña vuelta hasta que otro título
me llamara la atención.
De ese modo, acabé en la
estantería de la ese y las palabras 'Premio planeta' captaron mi
atención. Además, el autor era un viejo conocido y una persona muy
respetada. Podría darle una oportunidad.
Así las cosas, El
jardín de las dudas acabó en mi casa, y no podía permitir que
pasaran tres semanas sin al menos haberle concedido una oportunidad.
Por ello, procedí con mi modus operandi habitual y leí las
primeras páginas con el fin de emitir un veredicto. Si superaba la
prueba, avanzaría hasta la última página y pasaría a engrosar mi
lista de libros leídos. Si no, lo devolvería a la biblioteca tan
pronto como me resultara posible.
Has acertado.
Superó la prueba, y con creces.
El jardín de las
dudas es uno de esos libros especiales, dinámico en su forma y
cautivador en su contenido. Nada en el título ni en la portada me
dio la más mínima pista de lo que me podría encontrar escondido en
sus páginas y la sorpresa fue muy grata. Está lleno de profundas
reflexiones, de descripciones de una época muy interesante y de
valiosísimas lecciones de historia. Te podría contar en torno a qué
gira, o incluso desvelar quién es uno de los protagonistas, pero
prefiero que experimentes lo mismo que yo.
En definitiva, lo
dejaremos en que es un libro que recomiendo sin dudar. Además, me ha
permitido redescubrir a Fernando Savater, y no veo el momento de leer
algún otro de sus libros. Ya te contaré.
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