jueves, 11 de abril de 2013

Vivencias, anécdotas y batallitas: 1


Después de una larga noche en vela (noche toledana, que dirían algunos), pude abandonar la sala de espera y enseñarle mi billete a la amable azafata que decidía quién podía pasar y quién no. Una vez hube recibido el visto bueno, nos pidieron amablemente a mis compañeros de viaje y a mí que siguiéramos avanzando, de modo que atravesamos el siniestro pasillo y salimos al exterior. Allí nos recibió una bofetada de frío polar y una niebla tan densa que no pude ver a ninguna de las personas que me acompañarían en esa breve aventura.
De hecho, la niebla era tal que no tuve la menor duda de que suspenderían el vuelo y me quedaría con las ganas de hacer ese viaje que con tanta ilusión había planeado. O que intentarían despegar, pero el tiempo climático nos jugaría una mala pasada que quedaría registrada sólo en la caja negra. Al final, a pesar de mi miedo a morir entre horribles sufrimientos y en medio de la oleada de estupor en que me tenía sumido el sueño, escuché cómo el piloto nos daba la bienvenida a bordo y nos deseaba un feliz viaje. También vi cómo el avión tomaba velocidad y despegaba. El vuelo FR-7526 con destino a Pisa acababa de abandonar el aeropuerto de Girona y se disponía a sobrevolar las aguas mediterráneas durante las próximas dos horas.
Morfeo me acogió en sus brazos durante ese periodo, hasta que, al final, un leve golpe y una voz procedente de los altavoces me despertaron. El piloto se disculpaba por las posibles molestias y nos volvía a dar la bienvenida, esta vez... al aeropuerto de Génova.
Al parecer no había podido aterrizar en el de Pisa. Por condiciones meteorológicas adversas.

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